sábado, 7 de junio de 2008

Cuán afortunados somos, tú y yo, de tener un hogar fuera del tiempo


Uno de mis poetas favoritos es el norteamericano E.E. Cummings, quien tenía la maravillosa costumbre de escribir con todo el corazón y sin ninguna contemplación a la gramática tradicional. Hoy, en esas navegaciones imsomnias, encontré el primer poema Cummings que leí. Tendría unos quince años. Tiempos aquellos.

El texto se llama “Stand with your lover on the ending earth” (algo así como “Junto a tu amante en el fin del mundo). Solo recordaba la última estrofa “cuan afortunados somos tú y yo, cuyo hogar está fuera del tiempo. Nosotros que hemos venido desde las fragantes montañas del ahora eterno, para meditar un día (o tal vez menos) sobre los misterios del nacimiento y la muerte”. No sé por qué, ni de donde llegó, pero lo que viene asomó después de leer el poema. Se los dejo.

Un día te enseñan que tu vida se debe resumir en dos hojas escritas a doble espacio, letra Times new roman 12. La hoja se llama currículum vitae, porque es vital, y sin él no eres. Un día te enseñan que tú eres lo que otros dicen que eres, y te modelan un corte de pelo y un uniforme que se denomina moda. Un día te dicen que tú eres lo que tienes, y si no, no cuentas ni en las estadísticas. Un día te compran por dos centavos y una sonrisa. Un día le haces un favor a un poderoso para lograr otro favor o salvar el pellejo. Un día pierdes el sentido del humor, porque si no, te dicen pueril y poco profesional.

…Un día mandas al diablo todo eso. Decides verte como quieres, y te das mucho más valor de el que tiene la bolsa de maníes con la que te pagan tu vida y tu trabajo. Más tarde, sueñas en bosques, mar, caracoles, botellas de colores, y el resplandor de la hierba.

Un día te das cuentas que no necesitas patrones, sino a tu propia voz para decidir tus próximos pasos. Y te ríes, te cagas de risa, y haces todos tus chistes malos, y planeas todas tus interpretaciones de los mejores momentos de Dr. House. Porque te da la gana. Porque puedes.
Así, mientras el calentamiento global aumenta, los arsenales crecen, y a la gente no se le ocurre mejor cosa que ponerle el pie al vecino, uno se encuentra deliciosamente humano. No sales con un rifle a salvar el mundo a punta de tiros, ni a crear el nuevo movimiento político número 1439430480248204 porque ahora sí la Patria vuelve al pueblo. Por fin (con tu trabajo, con tus pasiones), te vuelves activista de tu vida, de los tuyos y de aquellos a quienes alcanzas, muy humanamente, a ayudar. Sobre todo, recuerdas utilizar a conciencia las mejores herramientas de desarrollo humano: tus propias manos. Finalmente, te haces especialista en uno de los oficios más olvidados en los últimos tiempos: ser gente. La mejor que puedas ser.

Ahí estás, parado en el fin del mundo. Si tienes suerte, estarás acompañado por alguien a quien le parece lo mejor del mundo estar contigo, incluso en el fin del mundo.

Justo ahí, cuando las murallas se caen y las esperanzas se pierden, te das cuenta de cuán afortunados son de tener un hogar fuera del tiempo.
Un lugar para meditar sobre misterios tales, como el nacimiento y la muerte.

Suppose we could not love,dear;imagine