Me dicen que afuera el Mundo se ha vuelto un un relajo de polos de poder, en el que cada vez es más difícil tener certezas; adivinar qué va a pasar mañana.
Me dicen que cada día es más fácil saber dónde está uno u otro, y qué se está haciendo a kilómetros de ti mismo, todo a través de una pantalla omnipresente, omnipotente, omnisciente.
Me dicen que se puede salvar el mundo con cuatro discursos y un sistema de cooperación mutua.
Me dicen que hay gente que cree que con una canción y unos zapatos viejos uno se salva de ser parte de este todo y nada.
Me dicen que al otro lado del charco, gente celebra porque un mestizo, medio musulman, hijo de migrantes tomó el puesto de so called rey del mundo. Me dicen también que gente caminó, marchó y vio la cima de la montaña y fue libre al fin para ver esto... Yo no soy tan optimista.
Me dicen que la gente baila los bailes de todo el mundo, pero ya no sabe cómo se baila en su propia ciudad. Me dicen que la gente anda en pos de las grandes causas, mientras las flores se marchitan en su patio trasero.
Me dicen que el dinero ya es pura ilusión, y que tu existencia está más monitoreada, y al mismo tiempo menos garantizada que nunca.
Me dicen que todos estos hechos son importantes, necesarios, reconocidos, partes indiscutibles de la existencia.
Porque uno tiene que ser un profesional comprometido y responsable. Y sí, puede ser que así sea.
Pero otra voz (pequeña, pero presente), me dice que levante la vista y me fije en la niña del piso del frente. Ella está ahí con su vestido verde, mientras mira a través de la ventana cómo las hojas amarillas de los árboles y las bolsas de plástico vuelan gracias al viento de finales de otoño. Mariposas, monedas de oro, aves surrealistas frente al cielo azul y el sol que no calienta. La vida colándose entre el concreto.
Oigo que eso es importante, necesario, reconocido, parte indiscutible de la existencia... porque es imprescindible.
Lo único que te hace un ser humano comprometido, responsable.
Y así, las cortinas se quedan abiertas.
9 comentarios:
Digan lo que digan, nunca dejes de escuchar ese susurro pequeñito, que aunque parezca insignificante me parece que es sabio.
Un beso Gil, que pases un lindo findeeeee!
Yo no entiendo por que tengo un blog que tiene trafico y tu no. Escribes inmensamente mejor
Hora de abrir las cortinas por acá.
Suerte en las Europas :D
ke bien Yil ke le agas caso todavia a esa voz... la mayoria ya la mato con la indiferencia :(
un abrazoooo de mono!
Hay que disfrutar las pequeñas cosas de la vida,... eso hace a uno humano.
Dejemos de ser prefabricados, seamos más auténticos.
Un abrazo desde el otro lado del charco
Gilda, wow!!! genial...
y es que esas pequeñas vocecitas, suelen ser acalladas por los motores y los gritos de las cabezas de todo el mundo!
pero siempre habrá una Amelie! un guiño, un suspiro, una mirada, un olor de esa o aquella persona... que nos recuerda q alguien nos habla en emdio de tanta mierda!
Por suerte algunos la escuchamos, (aunque sea de vez en cuando!)... =) Un beso!
qué bacán haberme topado con tu blog, está sùper chévere Gilda...Qué has sabido de Hassan Becdach?...saludos de un ex compañero de trabajo!
Hermoso, como siempre, a mi también me dicen muchas cosas, pero procuro escuchar más el dulce caer de las gotas contra el cristal.
Te mando un abrazo enorme!
maravillosa....
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