jueves, 13 de septiembre de 2007

Cosas para ver I: La ventana


Buenos días interné pipol. En primer lugar, muchas gracias por sus bacanes comentarios.

Estos días he estado cavilando sobre qué postear. Decidí, entonces, crear una serie sobre "cosas para ver". Esta es la primera.

El problema es que el mundo se metió en mi camino y no pude escribir antes, pues tuve que leer en 48 horas unas 300 hojas sobre integración regional para una exposición. Pueden imaginarse el panorama estresante. Y ahí es cuando se tiene que buscar una manera de esconder al pequeño Charlie Manson que todos llevamos en el corazón. Cada uno tiene sus escapes. Yo tengo uno: las ventanas. Sherio. Soy fanática de las ventanas. No solo dejan pasar el aire, el oxígeno, y tal vez uno que otro insecto. Yo, en cada laburo que he tenido, busco la mía. Esa para huir un ratito.

A veces uno pierde perspectiva y te sientes como los niños de Snoopy oyendo un BLAblaBLABLAbla, cada vez que te dirigen la palabra. Y la luz de halógeno te quiere derretir, y la gente de esa típica postal de agencia de Naciones Unidas te está viendo bonito y como queriendo decir algo... Y ahí huyes, porque sabes que, bueno, algo malo pasa cuando las fotos te miran bonito y quieren empezar a hablar.

Así que compro un café, voy a la ventana, y me pongo a mirar. Y todo cambia, porque ese es el chance de desdoblarme y ver Quito. La wevá es que yo creía que era original. Falso, ya alguien había hecho una película sobre eso: "Temblor y Estupor" se llama (por favor, no se asusten con el título), basada en una novela de Amélie Nothomb, y que explica lo que les estoy diciendo. Es sobre una man belga que va a trabajar a una empresa japonesa, y la chica prácticamente solo sale de ahí con vida. El punto es que a ella también le gustaba mirar la ciudad (Tokio) por la ventana y "volar". Cuando vi eso, aparte de sentirme plagiadora y/o plagiada, me di cuenta que todos necesitamos eso: pararnos en el borde de la ventana, y "saltar". Figurativamente, of curs. Dejar pedazos del alma de uno sobre la ciudad, como la man de la peli. Un linkcito para que le echen un ojo (solo encontré uno en inglés): http://www.imdb.com/title/tt0318725/usercomments.

No es escapismo panas, es andarse por allá arriba un rato, sin tocar el piso, olvidarte del papeleo y de unos cuantos jefes o profesores que se sienten los capataces de galera de esclavos de su generación. A veces, sin embargo, no funciona bien. A veces estoy con mi lista de "debos": debo llamar por teléfono, debo acabar el abstract, debo leer mi clase, debo usar protector solar, debo alejarme de la cárcel, debo escapar del monzón, debo dejar de tener monólogos internos esquizoides (¿quién me creo, Carrie Bradshaw de Sex and the City?).

Pero otras veces son, literalmente, un vuelo.

Una historia chistosa de adolescencia gente del Interné: cuando estaba en el colegio, tenía un aula que daba al Pichincha y en verano era una máquina sentarte en la ventana y ver hacia afuera. Una vez, un profe que en serio era el tamborilero de la galera (acuérdense de Ben Hur), nos cachó a unas panas y a mí paradas en la ventana, justo en un día super soleado (Estabamos al borde del raquitismo, gente, necesitábamos un poco de vitamina D). El man enloqueció y nos castigó dejándonos toda la primera hora viendo por la ventana.

Sí, chance feo, pero yo no tuve lío. Me desconecté. Y mientras el tipo hablaba de las cadenas de las cadenas de los metanos, y del carbono y tonteras por el estilo, yo andaba lejos. Fue un gran castigo de hecho. Las maravillas y goces de la educación católica.

Para mí, leidis an yentlemen, las ventanas no son tanto para dejar entrar lo de afuera, sino para proyectarte tú hacia afuera. Son un momento de claridad, de espacio y de tiempo. Incluso, si no tienes una a mano, te la puedes construir dentro. Pararte en el borde, mandar besos o gritar ¡NOS VEMOS EN EL INFIERNO! y saltar.

Después del salto, puede pasar cualquier cosa; esa incertidumbre es demasiado hermosa para no disfrutarla.