martes, 11 de agosto de 2009

Trenes




Llegó el verano a Europa.
Hace dos días, estaba en un tren camino a Bilbao, donde resido temporalmente por una beca de estudios.
Y verán...
Era uno de esos momentos en que todo parece la escena de un libro. Uno de sos instantes anónimos que la pluma de un buen escritor puede volver pura magia. La femme fatale francesa que leía una revista de farándula con sus largas piernas sostenidas por el asiento contiguo. La pelirroja de gruesos anteojos que sonreía leyendo un libro que hablaba sobre hablar con Dios. La pareja anciana durmiendo con la manos enlazadas.
Y yo.
Yo envuelta en un chal y con un libro de Murakami en las manos, mientras el sol se escondía detrás de los cerros boscosos del País Vasco.
Sobreviví.
Como antes comenté hace algunos meses (poco antes de llegar a España), di este blog por terminado. La depresión (ese perro negro que uno saca a pasear de vez en cuando) me arrastró de su cadena. "El gen del bajón", dice una amiga mexicana. Tal vez, no lo sé. La tristeza es un terreno desconocido, pero visitado por todos.
En el tren pasó algo raro... decidí retomar este blog. Esta vez de verdad.
Vuelvo a él porque necesito mostrar el mundo a través de mis ojos, y decirles a todos ustedes (los que pasen por aquí)cómo es ese extraño trozo de universo en el que habito. Necesito expresar el por qué creo que la belleza y el horror nos redime y nos libera. Tengo que decir cómo el hecho de estar aquí me hace sentir, algunas veces, infinita.
También, porque me encanta escribir. Porque es lo que he hecho desde hace años, para mal vivir y para vivir. Para ambas cosas.
Así que aquí me tienen de nuevo. A ver qué sale de todo esto. A ver qué viene; porque vuelvo a subir al tren, Internet. Inicio el 11 de agosto con nuevo blog. Hace poco cumplí 28. Hay lluvias de estrellas esta semana.
Y el perro negro está atado, mirándome con ojos tristes (¡el muy cabrón!). Trato de no darle de comer.
Que se muera de hambre. A mí me gustan los gatos.