martes, 9 de octubre de 2007

Octubre lluvioso y la madrugada de Joplin


La lluvia atrapó a Quito. Puntualmente, el tres de octubre, quien quiera que maneja la escenografía, decidió darnos una ducha con el Cordonazo de San Francisco. Ya era hora.
No me gustaba la lluvia. Odiaba el gris, tener la nariz fría, las bastas de los pantalones empapadas y la imposibilidad de conseguir que algún cristiano (o cualesquiera sea su denominación) me lleve a mi destino, sobre todo por mi ya conocida fobia a los automotores. No obstante, con el tiempo y buenos amigos amantes de la lluvia, comprendí los encantos de la mala vibra de la tormenta, de la calma xanaxiana del fin del aguacero, y del frío mataor.

Igual me pasó con la música. Y ahí muchos querrán lanzarme el mouse por la cabeza, porque simplemente, durante una larga época de mi existencia, la música fue solo una distracción ruidosa. Creo que ahí tenía una tara emocional tremenda, pero es así pipol. Pasa en las mejores familias (teniendo un melómano como hermano, la frase es pertinente).

Sin embargo, de a poco me ha ido entrando el gusto por la música. No sabría decir exactamente cuando, pero desde hace dos o tres años fue como que me sacudieran y, por fin, entendiera el por qué de la pasión por esos sonidos conectados.

Por esto, la historia:

Era el cuatro de octubre pasado, cuando estaba acabando un trabajo para la U, a eso de la una de la mañana. De repente, no sé por qué, me entraron ganas de oir a Janis Joplin, la misma que yo había desechado porque su voz que no me convencía, pero de la que después me enamoré. Puro dolor, puro blues y, si se me permite alargar el asunto, pura vida. Esa man que me presentó a Bessie Smith, Aretha Franklin, Billie Holiday y otras muchas.
Luego, porque sí, porque no, me puse a investigar sobre su vida en el google. Coincidencias, coincidencias, ella murió el cuatro de octubre de 1970.

Así, este es un post, un poco nublado, es un recordatorio para esta dama del blues, quien me abrió los ojos a nuevos caminos. Esta mujer que con su Summertiiiiimeee... me adentró a ese mundo de sonidos que yo había dejado a un lado. Esa que le pedía a Dios, entre sarcasmo y sarcasmo, que le comprara un Mercedes Benz, quien no tenía miedo de que tomen más pedazos de su corazón, muchachita rechazada de pueblo chico que llegó a cantarle al universo Woodstock con esa voz rasposa, viejita, y difícil de entender, capaz de colarse lentamente en tus bolsillos.

Hace 37 años Janis se consumió, paradójicamente, en sus ganas de estar viva. No quiero recordarla así, quiero pensar en ella como se ve en los videos granulosos de su tiempo: vestida con hermosos andrajos imposibles, sin una gota de maquillaje, con el pelo salvaje, "bailando como si no hubiera nadie viendo, amando como si no te fueran a lastimar jamás", silvestre, entregada, brillando de collares y sortijas, y sobre todo (robándome una línea de película) fiel al sueño de sí misma.