miércoles, 6 de febrero de 2008

¡Chica migraña! ¡Chica migraña!


Como buena representante de la generación criada en los ochentas, una parte de mis referencias culturales está fundamentada en personajes televisivos como Homero Simpson o los niños subliminalmente adictos de las propagandas de las bolitas Gudiz ("¡Cuando como la amarilla, sale el sol y briiiiillaaa!"). Otro de mis "íconos", es el chico migraña, quien tuvo su época de gloria cuando MTV Latino, con sus oscuras referencias a la inmortalidad de Kevin Bacon, estaba presente de manera gratuita en las pantallas televisivas ecuatorianas. Canal 42 si no me equivoco.

Hoy me siento la chica migraña.
No sé qué mismo me pasa, pero creo que la edad ha empezado a golpear, literalmente. Digo, en mi infancia yo tenía otro Papa, Reagan combatía al IMPERIOOOO DEL MAAAL (el cual no tenía ningún Darth Vader, solo a Gorbi, quien de hecho me caía muuuy bien), el Internet era un sueño, los teléfonos celulares eran ladrillos y Candy Candy producía traumas infantiles en su infructuosa búsqueda del bonheur. Resumiendo, soy de otra generación, tal vez es por eso que últimamente me están fallando los engranajes y los tornillos. La migraña diaria que me afecta es la muestra de éste sospechado proceso oxidación, según creo.
El dolor de cabeza que me ataca sin misericordia (estoy escribiendo en vivo y en directo, para que vean) es una experiencia. La migraña se ha vuelto parte de mi vida cotidiana. Empieza como un dolorcillo en algún lado del cerecate y se extiende con la fuerza demoledora de tsunami hasta que veo puntitos de colores. Por desgracia, no paso de ahí. No hay elefantes rosados, no hay gatos que se desvanecen en el aire, y los pitufos siguen estando en la tele. Tengo una migraña muy convencional aburrida y republicana, según veo.

He tratado de domar a la bestia, y he intentado TODO: la pastillita, el tecito, el cafecito, el café con limón, el triple cafecito, el cafecito de la esperanza, para luego volver a la pastilla. NADA, pipol. Paso en un estado de dolorcillo pillo que me mantiene un poco alejada de la realidá. Prozac amebas, la migraña es todo. ¡Vivan los migrañosos del mundo! Deberíamos fundar un partido político, una nueva religión (su símbolo sería esa cabeza que usaban en la frenología y que fue tomada por una aniñada discoteca quiteña de corta duración) y sacaríamos una línea de inútiles productos de marketing: lápices, esferos inservibles y pelotitas antiestrés con logo incluido.

El mundo desde el punto de vista de la migraña es otra cosa, damas y caballeros. Para mi horror, vivo en esa dimensión, la cual me está hartando. Quiero un remedio. Lo irónico es que mis padres son médicos, lo que significa que en casa de herrero se vive en la edad de piedra.

Pero bueno, ahí les dejo con mis desvarías migrañosos. Deséenme suerte.

Desde una computadora de un cuarto piso, Gilda Migrañosa, para todos los amables lectores del Interné. Cambio y fuera.