sábado, 19 de abril de 2008

La agresividad primigenia o Jim Morrison, el nuevo Godzilla



El ser humano es gregario. Esa es la leyenda urbana.

Por alguna razón que ninguno de nosotros entiende, todos tenemos esa extraña necesidad de arrejuntarnos toditos todos. Normalmente, esos grupos tienden a reproducirse casi casi por mitosis y acaban creando cosas como barrios, ciudades, países, la Unión Europea y, próximamente, un malvado gobierno mundial de ciencia ficción.

Claro, también hay reuniones más chicas. Familias, aulas, largas filas burocráticas, fiestas, conciertos.

Conciertos.

Bueno, tengo una extraña suerte con las grandes reuniones de seres humanos que se juntan para oír música. Siempre pasa algo. Por ejemplo, en un concierto de un grupo de punk argentino (sí, niños y niñas, a su servidora, en tiempos del mito, se le ocurrió ir a un concierto de punk), tuve que salir despavorida entre la violencia policial, rodeada del gusto por la violencia policial de algunos de los asistentes al concierto, y condenada por mi total inutilidad para un escape decente (necesito hacer ejercicio). Ahí estaba yo, corriendo hacia el horizonte, entre un grupo de quinceñeros y veinteañeros que trataba de salvar el pellejo.. Para luego vandalizar una fiesta infantil en un Mc Donalds y un centro comercial de Quito. Por suerte, esa es otra historia. No la mía.

En fin, hoy una querida pana (madame bloggera también) me mandó un mensaje que incluía una viñeta familiar: concierto, en Quito, de los miembros supervivientes, de un legendario grupo norteamericano (¿les suena Jim Morrison?). Luego ¡HORROR, TERROR, LOS CÍRCULOS DEL INFIERNO, EL FMI ATACA, Y EL ASTEROIDE HERCÓLUBUS O CóMO SE LLAME SE ACERCA! Ok, no fue tan así. Pero la cosa incluía miedo colectivo, una bomba lacrimógena, una batalla campal entre asistentes y la policía, la quema de libros, el encierro, y el siempre popular peligro de asfixia.
El Hercólobus, amebas, frente a la cuestión.

En ese momento dejé el celular en una esquina y yo me fui a sentar en la otra, respiré profundo y le llamé a mi amiga. La cosa sonaba igual a cómo se leía, entre los silbidos, las maldiciones y ese sonido de fondo que parece que dice "¡conviértanse o mueran, infieles!". Por suerte (y nada más que por eso), todo resultó bien, nadie salió herido.

Mi punto es el siguiente: ¿por qué diablos los conciertos en esta ciudad tienen que terminar en la destrucción masiva? ¿hay alguna tradición que no conozco? ¿el aterrorizar a los asistentes es parte del glamour de la cosa? ¿la agresividad natural se vende con los boletos? ¿podremos alguna vez ir a una de esas cosas sin que la Ley de Murphy, la esquizofrenia de la gente y la inseguridad ataquen? ¿dejaré este último hábito de hacer preguntas retóricas para acabar mis posts, la cual proviene de ver mucho Batman en mi niñez?

Sip, la gente es gregaria... para destruirse unos a otros, según parece.
Exijo una explicación. En serio.
(Hoy domingo me enteré por la prensa de un concierto que sí acabó en desgracia en una discoteca del Sur. Bengalas, exceso de gente y puertas de seguridad cerradas. La historia se repite y los errores no se aprenden...)