viernes, 14 de marzo de 2008

Cuando el tipo del escritorio arruina tu día



¡Qué cosas! Este será un post bastante largo.
Ya sé que voy a sonar como el pitufo gruñón, pero es que la estupidez humana no tiene límites. El ingenio puede tenerlo, si solo utilizamos el 10 por ciento de las neuronas, pero parece que el resto del cerebro se ha concentrado en llevar a la boludez a convertirse en el deporte mundial más aclamado. Tengo iras.
Verán, el lunes me fui a retirar unos libros que mi ñaño el Ludo me mandó de las Iberias. Hasta ahí todo bien, todo normal, todo tranqui, flores, pajaritos y la mamá de Bambi aún está viva. Ustedes saben.
Bueno, la cosa es que me fui a ver mi paquete de books. El papel de retiro (dejado en mi casa por debajo de la puerta de la rampa del carro, por lo que mi perro lo mordisqueó un poco) decía que la oficina de correos abría desde las 12h00 a las 13h00. La cosa es que llegué a la oficina a las 12h10 y fui a la ventanilla a pagar un dólar por algo de lo cual no estoy muy segura (¿servicio? ¿el privilegio de estar parada veinte minutos observando el póster de “el valor de una sonrisa” de la ventanilla?). Esperé, esperé… y el ciudadano cobrador salio a las 12h25. La transacción duró hasta las 12h37.
Y el señor me dice que no, que no puedo retirar el paquete, porque la gente del otro departamento se va a comer a las 12h30.
En el papel decía que abrían hasta las 13h00. Recuérdenlo. Yo soy una persona paciente, creo en la no violencia, y me gustan mucho los Beatles, así que fui a conversar con la persona de ése otro departamento. Pues resulta que sí, que se iban a comer a esa hora, y que regresaban a las dos por algún arreglo interno que no alcancé a oír. Fresco, no tengo problema, el almuerzo es una de esas comidas sagradas, pero señores, vamos, si me dicen que abren hasta las 13h00 ¡CÚMPLANLO, BALROGS! Algunos tuvimos que hacer malabares para poder realizar el trámite.
Después de declarar lo precedente a la dama en cuestión, me fui a comer. Todo bien, regresé con mi recibo a las 14h00… y esperé… y esperé… hasta las 14h15. Ahí abrieron, frente a la muchedumbre que pugnaba por recuperar su envío. Tuve suerte. Me llamaron primera. Nuevamente el mundo tiene sentido para mí. Ilusa.
Porque cuando llegué a donde estaban los paquetes había un Krakatoa de cajas y bolsas en desorden, por lo que se dedicaron a buscar mis libros durante unos quince minutos. Al fin apareció (¡albricias!), pero se limitaron a abrirlo, revisar el contenido y mandarme a hacer cola otra vez, pues resulta que se tiene que pagar un impuesto (justo), pero en una oficina de un banco que está como a siete cuadras (¡rebalrogs). La cola solo era para pedir el recibo de pago. Cabe anotar que el caballero que revisó mi caja de libros puso en su informe “declara ropa” (¿?). Digo, podría vestirme con las páginas de Paul Auster sin problemas, pero creo que eso provocaría cierta conmoción en el público.
En ese momento el Zen empezó a fallar y la mamá de Bambi recibió los disparos mortales, y yo empecé a putear entre dientes, pero fui a pagar al Banco (14h45), y tomé un taxi… para luego tener que esperar unos diez minutos con el fin de que me arrebataran el recibo del Banco, vieran mi cédula, y luego me entregaran los pobres libros del Ludo, que pasaron también las de Caín. Eso fue a las 15h10 en punto. Tiempo para recoger un paquete en la sagrada city: 2 horas y cuarenta minutos.
Miedo, terror, destrucción de los pueblos.
Tal vez no me debería quejar, pero entonces, si no nos quejamos, pues las cosas van a seguir así. La cuestión era la más fácil del mundo, pero hubo una cadena de seres humanos que evitó el proceso. Grr...
Claro, también hay cosas que hablan de una estupidez mayor, teñida de maldad, como la del “tipo que mató al perro” (un “artista” que no merece ni acercarse a diez metros de la palabra artista), quien decidió que dejar morir a un perro de hambre en una galería era equivalente a un Warhol. Mi ñaño posteó también sobre el asunto, y vale la pena recordar el hecho, pero no recordar el nombre del infeliz aspirante a hombre de artes. Ese sí es un ejemplo de imbecilidad humana, y pone en perspectiva las desgracias de cualquiera. Jake, me pasó el dato nuevamente, y sí, es importante quejarse, y decir no a ese tipo de cosas. Acá, una campaña contra el tipejo.
Sé que las próximas semanas serán mejores (tienen que serlo), así que me voy más calmada el día de hoy, es viernes después de todo. Además, dejando a un lado la experiencia burocrática, GRACIAS LUDO POR LOS LIBROS, y que te vaya bien en tu viaje a Santiago, no escapes a otra dimensión, cuídate mucho.
En fin, son los altos y bajos de la vida. Nunca más cierto un c´est la vie.