jueves, 30 de octubre de 2008

Charlando sobre el clima


¿Se acuerdan de esas postales de las Navidades, todas idílicas con la nieve, el trineo y esa gente rosadita y gordita cubierta de abrigos que parece tan, pero tan contenta?

Pura mentira podrida.

Estoy pasando en mi primer Otoño a Invierno, y aunque suene como taxista aburrido ("¡Qué frío!, ¿nocierto señoríiita?"), debo hablar del clima, porque por Jebusito sánchez, esto es un relajo.

Verán, Bilbao está cerca del mar, lo cual representa un plus...El mar es en sí mismo un super PLUS. Todo bonito, azuliito, postal toda romanticona en cualquier estación (insértense ojos de anime).

Sin embargo, este charcote trae humedad... y por consiguiente, lluvia. Cuando llegué, acá la temperatura era toda quiteña (solazo con nubecitas medio miedosas de vez en cuando), pero de repente todo se resume a cantidades increíbles de agua. Si acompañas a eso una temperatura de cuatro grados, cagaste pana.

Tengo los zapatos mojados, la nariz helada, las orejas entumecidas y arrugadas (sí, demasiada información, pero les juro que las orejas se me secan en este clima). Los huesos, allá dentro, también se mueren del frío. Fue horrible... horrible.

Y me dicen que la cosa se pone peor.

Pero no os asusteís, pues estas aguas tienen sus ventajas. Todo acá se ve muy verde y bonito, y las montañas están como para postal.

Nota mental: no hacerle caso a las postales. Jamás.

Igual, como quiteña le puedo encontrar el gusto a los días lluviosos. Además tengo gripe... Me siento en casa. Dicen que pronto nevará. Nunca he visto la nieve, así que eso me ilusiona. Supongo que no me puedo librar del mensaje subliminal de las postales. Muerte a Hallmark.
A ver qué me trae esta ciudad lluviosa. La curiosidad me mata.
Si el agua no se le adelanta, claro.