sábado, 12 de abril de 2008

La dimensión de la mente, la dimensión desconocida


Mi semana fue un capítulo interminable de la dimensión desconocida.

1. Abro mi billetera antes de salir al trabajo. Todos mis documentos-incluída mi cédula de identidad- están ahí.

Estoy en el bus viendo por la ventana y de repente veo cómo una cédula asoma de... bueno, alguna parte, como traída por el viento. Vuela frente a mi ventana. Yo trato distinguir la foto o el nombre que tiene escrito, pero el carro arranca y la cédula cae en la acera.
Llego a la oficina, y sufro este extraño dolor de barriga que uno siente cuando tiene un presentimiento. Abro mi billetera y mi cédula y NO ESTÁ. Resto del día pensando donde carajo se metió. La encuentro al día siguiente en mi casa, pero algo me dice que la desgraciada se fue de vacaciones sin licencia y que me hizo un guiño mientras andaba por ahí y yo estaba aprisionada en esa lata de sardinas asesina que llamamos bus.

2. La ventana de mi oficina. Estoy parada ahí, viendo pasar los carros, acordándome de toooodo el papeleo que tengo que hacer. Pobre de mí, pobre de mí. Odio los memos. ¡ZAS! Veo como caen unas veinte hojas de papel al otro lado del cristal. Así, de la nada.

Yo doy uno, dos pasitos sin mirar atrás.... Y escapo a toda velocidad.

3. Estamos tomando el sol. Conversamos sobre miedos y fobias y yo cuento sobre mi terror a las mariposas gigantes. Hablo de mariposas nocturnas, polillas y esos murciélagos en camuflage llamados tandacuchas... Una de las cuales encuentro pegada a la puerta de mi casa cuando regreso esa misma noche.

4. Se pierde mi llavero, con las llaves de mi trabajo y de mi casa. No están en ningún lado. Alzo una hoja que está en el escritorio porsia se hayan escondido debajo. Nada. Subo, bajo, pregunto. Entro en crisis y odio al universo.
Alguien llega a ayudarme. No aparecen. Al final ella ve la mencionada hoja en mi escritorio y dice "¿no estarán debajo de esto?".
Antes de que diga algo, ella levanta el papel y mi llavero está ahí, riéndose de mí.

5. Veo un ramo de flores en un escaparate. Claveles rojos, bonito diseño. Muy bonito.
Llueve y camino por la calle. De pronto, me detengo en seco.
A un lado de un árbol, en perfecto estado, un ramo de claveles rosados (supongo que no había rojos) con esas florecitas blancas y verdura que les ponen al lado, incluída la lámina de plástico para llevarlo. Lo dejo donde está, aunque doy las gracias a media voz, en todo caso.


¿Coincidencias? ¿Fantasmas? ¿Vórtex interdimensional? ¿Señales divinas? ¿Mi proverbial desorden?
Todo esto, Interné, todo esto y mucho más.
Tal vez esta semana cualquier cosa que yo quisiera aparecería, tan solo con desearlo.
Debí haber comprado el pozo millonario.