lunes, 22 de diciembre de 2008

Mi caja de jabón




Verán, he tratado de empezar este post desde hace dos semanas y no lo logro. No lo logro porque es algo que normalmente no hago, y eso es, como dicen los gringos, pararme sobre una caja de jabón y empezar a gritar mis verdades al mundo. Me siento como ese viejito del centro de Quito, un man que anda con un megáfono contando las desventuras y peligros de las andadas del Tío Sam en América Latina. Ahora mismo estoy en los zapatos de un predicador de "The End is Near", de la Segunda Venida, o de la anuncia catástrofe del 2012. Lo que venga primero.


Ok. La cosa es esta: estoy oficialmente cabreada.

Lo siento, nunca quise que este blog acabe siendo una especie de graaaan desahogo emocional. Hay profesionales que trabajan escuchando este tipo de cosas, por el amor de Jebusito Sánchez-, pero ni modo... ¿Alguno de ustedes recuerda ese post que hice de mis cosas favoritas? Pues ahora me siento con ganas de ponerme en la palestra y contar con los dedos lo que me molesta. Sobre todo porque a veces me canso de respetar al genéro humano y recibir calabazas. En fin.


Estoy cabreada, en general, porque parece que la gente anda por la vida lanzando a la gente a la basura como si fuera el periódico de ayer, porque la conexión más fuerte que se hace últimamente es con el Internet, porque nunca entenderé el deseo de posesión y de poder que una persona quiere tener sobre otra, porque se dependen de los caprichos y el nivel hormonal de algunos para poder actuar (sobre todo en el trabajo, siempre pasa), porque los milímetros de espacio propio no te los respetan. Te los invaden de gritos, te los invaden de humo, te los invaden de ruido, te los invaden de hipocresía, te los invaden de mentiras, de promesas sin fundamento y de puro egoísmo. Y eso al final es una salsa que no quiero probar. Por ningún motivo.


Y estoy cabreada porque el iraquí no le acertó con el zapato al próximo ex Rey del mundo. Eso me hubiera alegrado la semana.


Es irónico como esta sociedad premia al más "vivo", al más "sapo", al que sabe manipular con la sonrisita, o con una zalamera frase, para luego mostrarse terriblemente humano. Demasiado humano.


Supongo que este es el post menos navideño que encontrarán a kilómetros a la redonda. No me importa. Hoy soy El Grinch. Y con muuuucho gusto. Incluso me estoy poniendo verde por la falta de sol. Casi, casi entro en el personaje.


Miren, no soy ultra cristiana, ni nada. La cosa que el colegio, la religión, y el especial navideño de Charlie Brown me dijeron que hace alrededor de 2000 años nació un man que dijo eso de que al final el mandamiento último era el amor, el mero respeto al otro. No se preocupen, no estoy predicando, ni nada por el estilo (la caja de jabón no alcanza para tanto), pero saben... con todo y estas fechas me he puesto a reflexionar en eso... ¿Cuándo perdimos la mera consideración a las otras personas? ¿Cuando nos volvimos tan desechables? ¿En qué maldito momento uno se dio la vuelta y resulta que te tienes que ganar el simple respeto del humano de al lado?

Igual, tal vez soy una completa boluda, pero yo todavía creo que la gente está hecha para relaciones largas, amistades duraderas y encuentros significativos. Suena super ingenuo y hasta me da un poco de verguenza publicarlo en pleno Internet. Pero soy así... y ni modo, pueden salir corriendo por la puerta trasera, si no les convence el asunto. La ley del más fuerte será la verdadera, pero a mi no me cuadra. Todavía tengo fe en la incondicionalidad del aprecio del otro, y que una promesa se puede cumplir. Un beso puede tener aún significado, una palabra puede ser de ayuda, una mano puede ser lo que te saque del abismo.

Tal vez (y es muy probable), lo mío sea pura equivocación o niñería. Lo siento, soy así. Y por todos los dioses me tendrán que enterrar así. No pienso ceder al narcisismo y a las supuestas skills actuales de supervivencia. Mejor solita que mal acompañada, joer.

Me dijeron a los diez años que el mundo no se puede cambiar, y que la ley del "ojo por ojo", del abuso y del uso de la gente es todo lo que se puede pedir. Es lo que hay.

Tengo veintisiete, y todavía sigo creyendo que los humanos tienen algo bueno dentro de su naturaleza ("hechos de polvo de estrellas", por cursi que se lea). Soy terca, no puedo evitarlo.


He hecho mi uso de mi caja de jabón. Gracias. ¡Hala!, como dicen por aquí, ¡A volver a la vida! Porque a las penas, hay que darles guitarrazos.

Hasta el 2009, gente del Interné.

sábado, 22 de noviembre de 2008

Real Politik


Me dicen que afuera el Mundo se ha vuelto un un relajo de polos de poder, en el que cada vez es más difícil tener certezas; adivinar qué va a pasar mañana.


Me dicen que cada día es más fácil saber dónde está uno u otro, y qué se está haciendo a kilómetros de ti mismo, todo a través de una pantalla omnipresente, omnipotente, omnisciente.


Me dicen que se puede salvar el mundo con cuatro discursos y un sistema de cooperación mutua.


Me dicen que hay gente que cree que con una canción y unos zapatos viejos uno se salva de ser parte de este todo y nada.


Me dicen que al otro lado del charco, gente celebra porque un mestizo, medio musulman, hijo de migrantes tomó el puesto de so called rey del mundo. Me dicen también que gente caminó, marchó y vio la cima de la montaña y fue libre al fin para ver esto... Yo no soy tan optimista.


Me dicen que la gente baila los bailes de todo el mundo, pero ya no sabe cómo se baila en su propia ciudad. Me dicen que la gente anda en pos de las grandes causas, mientras las flores se marchitan en su patio trasero.


Me dicen que el dinero ya es pura ilusión, y que tu existencia está más monitoreada, y al mismo tiempo menos garantizada que nunca.


Me dicen que todos estos hechos son importantes, necesarios, reconocidos, partes indiscutibles de la existencia.
Porque uno tiene que ser un profesional comprometido y responsable. Y sí, puede ser que así sea.


Pero otra voz (pequeña, pero presente), me dice que levante la vista y me fije en la niña del piso del frente. Ella está ahí con su vestido verde, mientras mira a través de la ventana cómo las hojas amarillas de los árboles y las bolsas de plástico vuelan gracias al viento de finales de otoño. Mariposas, monedas de oro, aves surrealistas frente al cielo azul y el sol que no calienta. La vida colándose entre el concreto.
Oigo que eso es importante, necesario, reconocido, parte indiscutible de la existencia... porque es imprescindible.

Lo único que te hace un ser humano comprometido, responsable.
Y así, las cortinas se quedan abiertas.

jueves, 13 de noviembre de 2008

Euskera, gigantes... kalimotxo (s)



Según leí una vez hace mucho, mucho tiempo, los gigantes habían creado y traído el euskera a los vascos antiguos. El idioma tendría unos tres mil años y ha resistido a todo tipo de invasiones linguísticas (sobrevivió al Imperio Romano y al Latín, ni más ni menos). Es un idioma fuerte, con predominio de la k, la z, la e, la x, y consonantes imposibles como la tx y la tz (suenan a "ch"). Al principio, parece un idioma de otro mundo. La gente de acá lo habla tanto que a veces se les olvida el español. De hecho, al inicio me quedaba embobada escuchándolo en el bus (ni el cambio de continente y hemisferio me ha quitado la mala costumbre de andar espiando descaradamente a mis semejantes).


Señores, debo aprender euskera; es una máquina de idioma.


Hasta ahora he aprendido unas pocas palabras... Eskerrikasko (gracias), Ogni Etorri (Bienvenido), Garagardo (cerveza, ya lo dije... pero es una palabra que merece repetición), Ikastetxe (Colegio) laguna (amigo)...


Verán, esto va a sonar como propaganda de Lonely Planet, pero les juro que para mí esta lengua me recuerda al campo, al verde, al bosque. Los vascos eran montañeses, vivían en fuertes grupos familiares y con el paso del tiempo se abrieron al mundo. No hay que confundirse, eso sí, con los estereotipos. Esta gente te recibe con todo. Disfrutan de la comida y la bebida de una manera que no he visto hacerlo jamás. Experimentan cada minuto como si fuera el último, y cada sentimiento como si nunca más fueran a sentir otra vez. Al final, viven la vida profundamente. Hablan fuerte, para que no queden dudas de sus palabras.


Ando con el miedito a que estos posts sobre tierras vascas suenen a cuadro costumbrista decimonónico. Espero que no sea así. En todo caso, si el tono es el mencionado, o si encuentran horrores gramaticales y ortográficos dignos de asesinato a la autora, por favor, considérese al Kalimotxo que traigo entre pecho y espalda (vino con coca cola... la verdá es que no no sé si fueron uno o algunos más. Detallitos, compañeros).


Supongo que necesitaba hacer una mini introducción al sitio en el que vivo ahora. De repente, la vida me cambió y estoy en otro continente, en un sitio donde el habla es extraña, la comida viene en proporciones descomunales, y donde jamás hubiera pensado que iba a terminar. Nunca digas nunca, nunca trates de imaginar que vas a hacer el siguiente mes. He ahí la lección de todo ello.


Agur, lagunak. No más kalimotxos pa mi. No por esta noche, a menos.

jueves, 30 de octubre de 2008

Charlando sobre el clima


¿Se acuerdan de esas postales de las Navidades, todas idílicas con la nieve, el trineo y esa gente rosadita y gordita cubierta de abrigos que parece tan, pero tan contenta?

Pura mentira podrida.

Estoy pasando en mi primer Otoño a Invierno, y aunque suene como taxista aburrido ("¡Qué frío!, ¿nocierto señoríiita?"), debo hablar del clima, porque por Jebusito sánchez, esto es un relajo.

Verán, Bilbao está cerca del mar, lo cual representa un plus...El mar es en sí mismo un super PLUS. Todo bonito, azuliito, postal toda romanticona en cualquier estación (insértense ojos de anime).

Sin embargo, este charcote trae humedad... y por consiguiente, lluvia. Cuando llegué, acá la temperatura era toda quiteña (solazo con nubecitas medio miedosas de vez en cuando), pero de repente todo se resume a cantidades increíbles de agua. Si acompañas a eso una temperatura de cuatro grados, cagaste pana.

Tengo los zapatos mojados, la nariz helada, las orejas entumecidas y arrugadas (sí, demasiada información, pero les juro que las orejas se me secan en este clima). Los huesos, allá dentro, también se mueren del frío. Fue horrible... horrible.

Y me dicen que la cosa se pone peor.

Pero no os asusteís, pues estas aguas tienen sus ventajas. Todo acá se ve muy verde y bonito, y las montañas están como para postal.

Nota mental: no hacerle caso a las postales. Jamás.

Igual, como quiteña le puedo encontrar el gusto a los días lluviosos. Además tengo gripe... Me siento en casa. Dicen que pronto nevará. Nunca he visto la nieve, así que eso me ilusiona. Supongo que no me puedo librar del mensaje subliminal de las postales. Muerte a Hallmark.
A ver qué me trae esta ciudad lluviosa. La curiosidad me mata.
Si el agua no se le adelanta, claro.

viernes, 17 de octubre de 2008

Volviendo...Yendo... Llegando


¿Qué les puedo decir?... ¿Siguen por ahí?

Bueno, tuve que dejar abruptamente este blog por tres cosas:


1. Estaba acabando mi tesis de la Maestría y trabajando en tres proyectos a la vez. Todo ello tuvo que realizarse a la velocidad de la luz debido a que:

2. Me salió una beca para España. Con todo lo que tenía que hacer me dio

3. Una crisis de estrés-esdos-xanax-depreshion-quasi-emo-kudai lo que me condujo

4. Al extraño mundo sobre el nido del cuko (hago un espectacular Jack Nicholson), el cual influyó a que

5. Tuviera mis quince minutos de "novia cadáver". Por tanto,

6. Decidí dejar al querido blog un dratito y acabar mis trabajos y estudios. Relax... ustedes saben. Con eso, de repente

7. Volé durante once horas y heme aquí en el País Vasco, de donde escribo en este momento.


Y sí, estoy en Bilbao, a las ocho y media de la noche en este lado del charco. Es otoño, hace frío, los árboles están lluchiticos. Aparte, hay puras zetas y cetas y euskera, idioma marciano del cual he aprendido palabras como zorionak (felicidades) armiarma (araña) ama (mamá) garagardo (creo que significa cerveza).

Rebalrogs. La vida cambia.

Tuavía el mal de la tensión me agarra de la espalda por minutos. Pero he decidido que escribir ayuda, y mucho. Y este blog me puede acolitar a ello. No estoy hablando de terapia (diosito nos libre). Tampoco me he convertido en una enviada de los jesuses o algo así.

Nop.

Solo quiero volver a escribir porque me encanta, porque me determina y porque me da raíces.

Blanche Dubois espera que ustedes sigan por ahí, amables desconocidos.

Agur mis amigos, nos veremos en nuevas entradas.

sábado, 7 de junio de 2008

Cuán afortunados somos, tú y yo, de tener un hogar fuera del tiempo


Uno de mis poetas favoritos es el norteamericano E.E. Cummings, quien tenía la maravillosa costumbre de escribir con todo el corazón y sin ninguna contemplación a la gramática tradicional. Hoy, en esas navegaciones imsomnias, encontré el primer poema Cummings que leí. Tendría unos quince años. Tiempos aquellos.

El texto se llama “Stand with your lover on the ending earth” (algo así como “Junto a tu amante en el fin del mundo). Solo recordaba la última estrofa “cuan afortunados somos tú y yo, cuyo hogar está fuera del tiempo. Nosotros que hemos venido desde las fragantes montañas del ahora eterno, para meditar un día (o tal vez menos) sobre los misterios del nacimiento y la muerte”. No sé por qué, ni de donde llegó, pero lo que viene asomó después de leer el poema. Se los dejo.

Un día te enseñan que tu vida se debe resumir en dos hojas escritas a doble espacio, letra Times new roman 12. La hoja se llama currículum vitae, porque es vital, y sin él no eres. Un día te enseñan que tú eres lo que otros dicen que eres, y te modelan un corte de pelo y un uniforme que se denomina moda. Un día te dicen que tú eres lo que tienes, y si no, no cuentas ni en las estadísticas. Un día te compran por dos centavos y una sonrisa. Un día le haces un favor a un poderoso para lograr otro favor o salvar el pellejo. Un día pierdes el sentido del humor, porque si no, te dicen pueril y poco profesional.

…Un día mandas al diablo todo eso. Decides verte como quieres, y te das mucho más valor de el que tiene la bolsa de maníes con la que te pagan tu vida y tu trabajo. Más tarde, sueñas en bosques, mar, caracoles, botellas de colores, y el resplandor de la hierba.

Un día te das cuentas que no necesitas patrones, sino a tu propia voz para decidir tus próximos pasos. Y te ríes, te cagas de risa, y haces todos tus chistes malos, y planeas todas tus interpretaciones de los mejores momentos de Dr. House. Porque te da la gana. Porque puedes.
Así, mientras el calentamiento global aumenta, los arsenales crecen, y a la gente no se le ocurre mejor cosa que ponerle el pie al vecino, uno se encuentra deliciosamente humano. No sales con un rifle a salvar el mundo a punta de tiros, ni a crear el nuevo movimiento político número 1439430480248204 porque ahora sí la Patria vuelve al pueblo. Por fin (con tu trabajo, con tus pasiones), te vuelves activista de tu vida, de los tuyos y de aquellos a quienes alcanzas, muy humanamente, a ayudar. Sobre todo, recuerdas utilizar a conciencia las mejores herramientas de desarrollo humano: tus propias manos. Finalmente, te haces especialista en uno de los oficios más olvidados en los últimos tiempos: ser gente. La mejor que puedas ser.

Ahí estás, parado en el fin del mundo. Si tienes suerte, estarás acompañado por alguien a quien le parece lo mejor del mundo estar contigo, incluso en el fin del mundo.

Justo ahí, cuando las murallas se caen y las esperanzas se pierden, te das cuenta de cuán afortunados son de tener un hogar fuera del tiempo.
Un lugar para meditar sobre misterios tales, como el nacimiento y la muerte.

Suppose we could not love,dear;imagine

miércoles, 28 de mayo de 2008

"No estaba muerta, andaba de parranda"




Por fin, de vuelta al blog.

Aún no he desaparecido, no he perdido las ganas de hacer este blog, no he sufrido ninguna abducción extraterrestre, combustión espontánea o arrebatamiento a los cielos.

Simplemente, el Universo se puso entre mi blog y yo.


Estas semanas fui atacada por una crisis oficinística de esas en que uno acaba arreglando cosas que uno no debería arreglar. Esos momentos en que miras la cafetera mientras alguien te está hablando y sueñas echar el café caliente en la cara de tu interlocutor, prender fuego a tu escritorio, lanzarte por la ventana en una maniobra cuasi Van Damme y correr hacia el atardecer como el renegad@ que eres de corazón. Entre tanto relajo, el pobre blog quedó olvidado en el fondo del cajón, junto a las cajas de chicle caducadas y esos esferos de publicidad que no duran ni dos pruebas.



Mientras trataba de salir de mi momento "cómo odio a los pitufos", mi organismo decidió vengarse de mí. Lo estaba preparando. Yo lo sabía. Lo veía venir, pero no hice nada.



En primer lugar, mis queridos ojos (ustedes ya saben que no sirven de mucho) se rebelaron. El resultado es que me dio una conjuntivitis del tamaño del infierno. Así, mis lentes de contacto están fuera del paisaje, por lo menos por un buen rato. No es chévere tener ojos rasgados cuando no tienes ancestros asiáticos. Tampoco es demasiado divertido andar con los ojos rojos y que la gente te mire pensando:



a) Esta chica tienes alergia (¿a qué hora salimos a comer?)
b) Esta man lloró como Magdalena (¡Mujer maltratada por la sociedad cruel, jerárquica y patriarcal!)
c) Chuta, qué marihuanera es esta man. (¡Yo también quiero!)



Bueno, sí es un poco divertido, pero no cuando te duelen "las vistas". Ustedes entienden.


Luego, mientras yo me peleaba con mis ojos, mi estómago aprovechó mi temporal falta de atención. La cosa es que me invitaron a comer pizza, y como lo barato sale caro. ¡BAM! me dio un "Síndrome gastroenterítico" cuyos detalles están clasificados C para adultos. La cuestión estaba tan complicada que quisieron ponerme un suero porque estaba deshidratada o algo así. Creo que eso ilustra el asunto.



Ayer, cuando fue el pico de mi famosa crisis estomacal, falté al work. Hoy me levanté y fui, incluso con este clima helado, en medio de estas lluvias que retrasan esa cosa que se llama verano y que casi no recuerdo como es. Heme aquí, sin lentes de contacto, con medio estómago dañado y con unas ganas terribles de café ¡QUE ME PROHIBIERON TOMAR UNAS DOS SEMANAS!


jelp.


Bueno, igual los quiero a todos.

Volveré con mejores noticias y narraciones menos intimistas. No he muerto, solo me fui de parranda.

sábado, 10 de mayo de 2008

These are a few of my favorite things



Hay cosas imprescindibles: aire, agua, sol, tierra, gente, un sistema gravitacional adecuado y la prevención de impactos de asteroides, sin olvidar, por supuesto, ese extraño hábito de respirar. Aparte de eso, somos seres que se dedican a trabajar para ganar dinero para cambiarlo por productos y servicios, sobre todo desde que pasó de moda la tendencia caza-pesca-recolección de frutos- performance de sacrificios humanos, la cual había sido tan popular.

Por eso, nos hacemos la vida interesante, con las pequeñas cosas que nos recuerdan quiénes somos de verdad. Éstas dan cuenta de nuestra excentricidad, y de esa publicitada individualidad que algunos atorrantes nos quieren quitar por ahí.

Aquí, un Top 20 de mis imprescindibles:


1. Café y chocolate, juntos, separados, y en todas sus reencarnaciones.

2. Música vieja revieja, presentada en blanco y negro, con bizarros escenarios televisivos psicodélicos. Desde Janis hasta Joan Manuel Serrat (alabao sea).

3. (Libros)n

4. Películas sesenteras y setenteras.

5. Caminar descalza.

6. Oír conversaciones ajenas en el bus, y fijarme en los detalles de la gente (malas costumbres que tengo debido a que me gusta observar demasiado a mis semejantes). Los humanos son raros...

7. La casa o la oficina temprano y en silencio.

8. Conversaciones telefónicas largas. Visitas telefónicas si quieren. Malas para el bolsillo, buenas para el corazón.

9. Coincidencias y sueños extraños (relojes chorreantes, elefantes con patas de araña, vacas voladoras y cuadros de Chagall).

10. Dientes de león (son un gran símbolo).

11. Verano

12. Gatos (independientes, bonitos, misteriosos, un poco malos... ¡Bacán!).

13. Dibujos animados y granola los fines de semana (nadie es demasiado viejo para los dibujos animados).

14. El aroma y el frío de la noche.

15. Dibujar en el vaho de las ventanas.

16. Bajar corriendo las gradas a toda velocidad, con cuidado de no romperte el cuello.

17. Correr y hacer ejercicio en las mañanas es una gran idea; de hecho, he empezado a hacerlo y la cosa no está tan mala.

18. Una conversación inteligente y divertida. Es más, quiero un paquete king size de esas.

19. Botarse a tomar el sol como las iguanas.

20. Dedicarse un día a realizar todas las actividades anteriores.

Detalles que nos hacen nosotros, detalles que son necesarios como el aire y la comida. Detalles que no lo son tanto, sino parte de la esencia de nuestra particularidad.

¿Tienen ustedes una lista como ésta?

miércoles, 30 de abril de 2008

Polaroids sobre el tiempo




Gracias al Presi de todos, los ecuatorianos tendremos un feriado largo. Lo que significa que el miércoles se vuelve un viernes con problemas de personalidad.


Me gustan las semanas así. Sin embargo, hay semanas largas, semanas complejas, semanas tristes, semanas monótonas, semanas perdidas. Semanas simplemente.

El tiempo es una cosa rara, un sitio inventado donde nos construimos y nos destruimos al mismo tiempo. Lo notamos lineal cuando, de verdad, es circular. Para pasarlo -y para entenderlo-, nos inventamos un montón de trabajos, pasatiempos, compras, libros y películas. Esa es la vida cotidiana.


A mí me encanta perder el tiempo. Como les dije, en mis momentos en que me convierto en Gargamel (Tengo el traje negro…¿dónde podré comprar esas polainas rojas tan sexys?), extraño mi libertad. Cuando vagabundeaba por Quito City con una mochila repleta de libros al hombro. Tiempos en que los memos, los archivadores y el “buenos días”, “buenas tardes” profesionales estaban lejos de mí.


¡Uy, gente, no sé!. Uno espera crecer y cuándo ya has crecido te preguntas si te pusieron alguna sustancia en el biberón para pensar de esa manera. También, de vez en cuando te da nostalgia por los días largos y las noches interminables. Esos tiempos en que todas las experiencias eran vitales. Aún lo son, de alguna manera, pero esa sensación de flotar en el aire se va con el tiempo. Luego aprendes a estar sobre el concreto.



Como flashes de las desaparecidas polaroids, el tiempo tiene muchas caras:



El tiempo se pasa bien con un café en la mano, frente a la ventana de tu oficina vacía, tranquila, contenta con el minuto.
El tiempo se pasa bien con unos amigos en un restaurante, riéndote hasta que te duele el estómago.
El tiempo se pasa bien caminando por las calles de noche, con alguien que quieres, con un pana, o solo.
El tiempo se pasa bien en la luz de agosto, bajo los árboles.
(Ya ven, estoy un poco melancólica. Ya se me pasará).
El tiempo. Uno tal vez debe vivir como los dientes de león. Crecen donde sea, se mantienen frescos en la sequía y la inundación y cuando mueren, mueren con la misma gracia con que vivieron.



La cosa va por el hecho de disfrutar del tiempo, comérselo hasta el hueso, perderlo por ahí, recogerlo y hacer un regalo con él. También se le puede comprar un disfraz de rana, ponerlo en una caja de fósforos, cortarlo en cuadritos para la sopa, o simplemente asustarse de él como de los cucos.

Cualquier cosa, menos dejarlo pasar sobre ti.

sábado, 19 de abril de 2008

La agresividad primigenia o Jim Morrison, el nuevo Godzilla



El ser humano es gregario. Esa es la leyenda urbana.

Por alguna razón que ninguno de nosotros entiende, todos tenemos esa extraña necesidad de arrejuntarnos toditos todos. Normalmente, esos grupos tienden a reproducirse casi casi por mitosis y acaban creando cosas como barrios, ciudades, países, la Unión Europea y, próximamente, un malvado gobierno mundial de ciencia ficción.

Claro, también hay reuniones más chicas. Familias, aulas, largas filas burocráticas, fiestas, conciertos.

Conciertos.

Bueno, tengo una extraña suerte con las grandes reuniones de seres humanos que se juntan para oír música. Siempre pasa algo. Por ejemplo, en un concierto de un grupo de punk argentino (sí, niños y niñas, a su servidora, en tiempos del mito, se le ocurrió ir a un concierto de punk), tuve que salir despavorida entre la violencia policial, rodeada del gusto por la violencia policial de algunos de los asistentes al concierto, y condenada por mi total inutilidad para un escape decente (necesito hacer ejercicio). Ahí estaba yo, corriendo hacia el horizonte, entre un grupo de quinceñeros y veinteañeros que trataba de salvar el pellejo.. Para luego vandalizar una fiesta infantil en un Mc Donalds y un centro comercial de Quito. Por suerte, esa es otra historia. No la mía.

En fin, hoy una querida pana (madame bloggera también) me mandó un mensaje que incluía una viñeta familiar: concierto, en Quito, de los miembros supervivientes, de un legendario grupo norteamericano (¿les suena Jim Morrison?). Luego ¡HORROR, TERROR, LOS CÍRCULOS DEL INFIERNO, EL FMI ATACA, Y EL ASTEROIDE HERCÓLUBUS O CóMO SE LLAME SE ACERCA! Ok, no fue tan así. Pero la cosa incluía miedo colectivo, una bomba lacrimógena, una batalla campal entre asistentes y la policía, la quema de libros, el encierro, y el siempre popular peligro de asfixia.
El Hercólobus, amebas, frente a la cuestión.

En ese momento dejé el celular en una esquina y yo me fui a sentar en la otra, respiré profundo y le llamé a mi amiga. La cosa sonaba igual a cómo se leía, entre los silbidos, las maldiciones y ese sonido de fondo que parece que dice "¡conviértanse o mueran, infieles!". Por suerte (y nada más que por eso), todo resultó bien, nadie salió herido.

Mi punto es el siguiente: ¿por qué diablos los conciertos en esta ciudad tienen que terminar en la destrucción masiva? ¿hay alguna tradición que no conozco? ¿el aterrorizar a los asistentes es parte del glamour de la cosa? ¿la agresividad natural se vende con los boletos? ¿podremos alguna vez ir a una de esas cosas sin que la Ley de Murphy, la esquizofrenia de la gente y la inseguridad ataquen? ¿dejaré este último hábito de hacer preguntas retóricas para acabar mis posts, la cual proviene de ver mucho Batman en mi niñez?

Sip, la gente es gregaria... para destruirse unos a otros, según parece.
Exijo una explicación. En serio.
(Hoy domingo me enteré por la prensa de un concierto que sí acabó en desgracia en una discoteca del Sur. Bengalas, exceso de gente y puertas de seguridad cerradas. La historia se repite y los errores no se aprenden...)

sábado, 12 de abril de 2008

La dimensión de la mente, la dimensión desconocida


Mi semana fue un capítulo interminable de la dimensión desconocida.

1. Abro mi billetera antes de salir al trabajo. Todos mis documentos-incluída mi cédula de identidad- están ahí.

Estoy en el bus viendo por la ventana y de repente veo cómo una cédula asoma de... bueno, alguna parte, como traída por el viento. Vuela frente a mi ventana. Yo trato distinguir la foto o el nombre que tiene escrito, pero el carro arranca y la cédula cae en la acera.
Llego a la oficina, y sufro este extraño dolor de barriga que uno siente cuando tiene un presentimiento. Abro mi billetera y mi cédula y NO ESTÁ. Resto del día pensando donde carajo se metió. La encuentro al día siguiente en mi casa, pero algo me dice que la desgraciada se fue de vacaciones sin licencia y que me hizo un guiño mientras andaba por ahí y yo estaba aprisionada en esa lata de sardinas asesina que llamamos bus.

2. La ventana de mi oficina. Estoy parada ahí, viendo pasar los carros, acordándome de toooodo el papeleo que tengo que hacer. Pobre de mí, pobre de mí. Odio los memos. ¡ZAS! Veo como caen unas veinte hojas de papel al otro lado del cristal. Así, de la nada.

Yo doy uno, dos pasitos sin mirar atrás.... Y escapo a toda velocidad.

3. Estamos tomando el sol. Conversamos sobre miedos y fobias y yo cuento sobre mi terror a las mariposas gigantes. Hablo de mariposas nocturnas, polillas y esos murciélagos en camuflage llamados tandacuchas... Una de las cuales encuentro pegada a la puerta de mi casa cuando regreso esa misma noche.

4. Se pierde mi llavero, con las llaves de mi trabajo y de mi casa. No están en ningún lado. Alzo una hoja que está en el escritorio porsia se hayan escondido debajo. Nada. Subo, bajo, pregunto. Entro en crisis y odio al universo.
Alguien llega a ayudarme. No aparecen. Al final ella ve la mencionada hoja en mi escritorio y dice "¿no estarán debajo de esto?".
Antes de que diga algo, ella levanta el papel y mi llavero está ahí, riéndose de mí.

5. Veo un ramo de flores en un escaparate. Claveles rojos, bonito diseño. Muy bonito.
Llueve y camino por la calle. De pronto, me detengo en seco.
A un lado de un árbol, en perfecto estado, un ramo de claveles rosados (supongo que no había rojos) con esas florecitas blancas y verdura que les ponen al lado, incluída la lámina de plástico para llevarlo. Lo dejo donde está, aunque doy las gracias a media voz, en todo caso.


¿Coincidencias? ¿Fantasmas? ¿Vórtex interdimensional? ¿Señales divinas? ¿Mi proverbial desorden?
Todo esto, Interné, todo esto y mucho más.
Tal vez esta semana cualquier cosa que yo quisiera aparecería, tan solo con desearlo.
Debí haber comprado el pozo millonario.

martes, 1 de abril de 2008

Asombrarse con los ojos cerrados

El Viernes Santo (día en que mi clan se reúne a comer fanesca y a contar sus anécdotas de tiempos heróicos), volví a ver una de mis películas favoritas: El viaje de Chihiro, de Hayao Miyazaki

Hay ciertos temas que construyen a los cuentos de hadas. Un niño o una niña, elegidos para una misión especial. Un villano entrometido, preferiblemente una malvada bruja. El héroe necesita de un acolite, que viene en la forma de seres que les otorgan poderes mágicos o pistas para llegar a su objetivo. Agregas a la mezcla detalles fantásticos, como dragones voladores, dioses enojados, objetos encantados y ¡Taaa taaan!, tienes un cuento de hadas.


Ahora, aunque este tipo de historias funcionan, pueden resultar incompletas. Incluso, pueden ser planas, cursis, chorreantes de miel y azúcar impalpable, porque las verdaderas historias, en mi humilde opinión, tienen algo no dicho, intrigante y perturbador. Nadie hace historias de gente común y silvestre, seres perfectamente equilibrados, pavos en navidad, seguro médico y chocolates el 14 de febrero. Las historias (las grandes, las recordadas), están hechas de gente compleja, capaz de ideas descabelladas, en los escenarios menos esperados.

Una de esas historias es la Chihiro. Animé, pero no estoy hablando de robots, grandes conspiraciones religiopoliticometafisicoecológicas o niñas en uniforme de colegiala. Estoy hablando de un viaje fantástico sobre el descubrimiento del alma humana. De hecho, el cuento de Miyazaki es una especie de Alicia en el País de las Maravillas al estilo nipón, que se aprovecha para discutir sobre la contaminación, la madurez, la guerra, el consumismo, la codicia y el mero hecho de ser personas.


Me animé (perdón la redundancia) a comentarles sobre la peli, porque ese día, mientras mi family devoraba plato tras plato de fanesca en honor a la Semana Santa, yo me quedé atrapada con la película, en especial por una imagen que, en un inicio, no me pareció muy importante, pero que ahora me parece central. Expresa nada y al mismo tiempo te dice demasiado: Chihiro en el tren en el agua, paradas sin destino y gente sin rostro que viaja en busca de algo que nunca alcanzarán. La chama viajando con sus antiguos oponentes (amarás a tus enemigos); la única con un objetivo. Segura, determinada. La única con una parada final, la única que no está en el silencio. Añádase una música espectacular, una sensación contradictoria de pena y esperanza, mézclese con arquetipos super bien usados y esa escena entra en mi top ten de grandes momentos del cine (¡tiembla Casablanca!). Pueden imaginarse.

¿Qué significa para mí ese tren? Creo que es una manera bacansísima de decir que para caminar sobre las aguas (estar sereno y en equilibrio) tienes que tener el corazón ligero, igual que Chihiro. No andes por ahí con los bolsillos demasiado llenos, jamás trates de comprar el amor de nadie, el tener demasiado te deshumaniza. Nada más fatal que destruir tu entorno, olvidar a quiénes amas, olvidar a dónde vas. Sobre todo, y pesar del viaje y sus peligros, nunca olvides quién eres, aunque, como decía la bruja Zeniba en el film, “nada hecho o dicho se puede olvidar, incluso todo aquello que no puedes recordar”.
Espera lo inesperado. Asómbrate por lo cotidiano y, sobre todo, por lo que no puedes ver.
Les dejo con la imagen del tren … Y ya saben el blabla de derechos de autor: no es mía (para mi desgracia) y no gano ni una bolsa de maníes con ella. Solo cito el video por mero amor a la película. La culpa es del tu tube y sus colaboradores. Sé que hay un espacio en el cielo para cada uno de ellos.
Cuéntenme.


lunes, 24 de marzo de 2008

ovejita, ovejita, ¿ovejita?... ¿OVEJITA?.




Me muero de sueño, pero no puedo dormir.

Esta sí es una sensación extraña. Uno se siente como en una nube, y oyes las palabras, los sonidos, las canciones, como lejanas, como ajenas. Number nine, number nine, number nine.

Gracias a mi trabajo no he dormido mucho. Ahora pago las consecuencias. He cabeceado todo el día: en el bus, frente al teclado de mi compu, mientras oía una conferencia. El café ayuda, pero a la sexta taza de americano empiezas a ver visiones, así que no recomiendo este método. Contar ovejitas, leche con chocolate, almohadas nuevas, plumones. La lluvia afuera y tu entre las cobijas... Suena lindísimo, pero cuando trato de cerrar los ojos me convierto en un búho. He leído la bola estos días.

Escurridizo Morfeo.

No se asusten, por favor, solo estoy pasando por una etapa de mucho trabajo y poco sueño. Pasará. No, aún no oigo voces. Nop, ninguna iluminación. La gente invisible sigue siendo invisible y los sapos no hablan en las escaleras. Tooooodo bien.

Dormir es algo tan extraño ¿se han preguntado sobre qué mismo es dormir? No sé, uno se apaga como celular descargado y de repente andas en otra dimensión, soñando con los pitufos, tus fantasías freudianas, tus vidas pasadas y las preguntas del examen (tengo una pana quien resolvía en sueños los problemas de Física que no podía resolver despierta). Sueñas y sueñas, respiras, recuperas fuerzas. Pasamos la mitad de la vida durmiendo, y vivimos tanto en sueños como despiertos.


En mis locas clases de literatura griega de la U, me mandaron a leer Memorias de Adriano. Aunque Hollywood y sus guionistas empezaron la cruzada de arruinarlo en una película, este libro es uno de mis favoritos. Una parte genial justamente habla de los sueños: Adriano decía que lo que le interesaba del misterio del sueño era el riesgo de la persona que soñaba, solitaria e indefensa, en un mundo de cambios, colores, ritmos y respiración diferente. "Lo que me tranquiliza acerca del sueño, es que nosotros logramos salir de él intactos, pues una misteriosa ley nos evita traer con nosotros, en su forma verdadera, los restos de nuestros sueños. Lo que también me tranquiliza es que dormir nos sana de la fatiga, pero lo hace de manera tan radical que cesamos temporalmente de existir".


Gente, ésa es una definición con clase.


¿Hay cosa más bacán que dormir cuando estás muy cansado? Uno duerme y parece que sacas fuerzas de la tierra, como si tu cama fuera el planeta... ¿tal vez es así, no es cierto?

No puedo dormir, y me muero del sueño. Agotamiento e insomnio ¿qué se hace ante semejante contradicción? jelp.

viernes, 14 de marzo de 2008

Cuando el tipo del escritorio arruina tu día



¡Qué cosas! Este será un post bastante largo.
Ya sé que voy a sonar como el pitufo gruñón, pero es que la estupidez humana no tiene límites. El ingenio puede tenerlo, si solo utilizamos el 10 por ciento de las neuronas, pero parece que el resto del cerebro se ha concentrado en llevar a la boludez a convertirse en el deporte mundial más aclamado. Tengo iras.
Verán, el lunes me fui a retirar unos libros que mi ñaño el Ludo me mandó de las Iberias. Hasta ahí todo bien, todo normal, todo tranqui, flores, pajaritos y la mamá de Bambi aún está viva. Ustedes saben.
Bueno, la cosa es que me fui a ver mi paquete de books. El papel de retiro (dejado en mi casa por debajo de la puerta de la rampa del carro, por lo que mi perro lo mordisqueó un poco) decía que la oficina de correos abría desde las 12h00 a las 13h00. La cosa es que llegué a la oficina a las 12h10 y fui a la ventanilla a pagar un dólar por algo de lo cual no estoy muy segura (¿servicio? ¿el privilegio de estar parada veinte minutos observando el póster de “el valor de una sonrisa” de la ventanilla?). Esperé, esperé… y el ciudadano cobrador salio a las 12h25. La transacción duró hasta las 12h37.
Y el señor me dice que no, que no puedo retirar el paquete, porque la gente del otro departamento se va a comer a las 12h30.
En el papel decía que abrían hasta las 13h00. Recuérdenlo. Yo soy una persona paciente, creo en la no violencia, y me gustan mucho los Beatles, así que fui a conversar con la persona de ése otro departamento. Pues resulta que sí, que se iban a comer a esa hora, y que regresaban a las dos por algún arreglo interno que no alcancé a oír. Fresco, no tengo problema, el almuerzo es una de esas comidas sagradas, pero señores, vamos, si me dicen que abren hasta las 13h00 ¡CÚMPLANLO, BALROGS! Algunos tuvimos que hacer malabares para poder realizar el trámite.
Después de declarar lo precedente a la dama en cuestión, me fui a comer. Todo bien, regresé con mi recibo a las 14h00… y esperé… y esperé… hasta las 14h15. Ahí abrieron, frente a la muchedumbre que pugnaba por recuperar su envío. Tuve suerte. Me llamaron primera. Nuevamente el mundo tiene sentido para mí. Ilusa.
Porque cuando llegué a donde estaban los paquetes había un Krakatoa de cajas y bolsas en desorden, por lo que se dedicaron a buscar mis libros durante unos quince minutos. Al fin apareció (¡albricias!), pero se limitaron a abrirlo, revisar el contenido y mandarme a hacer cola otra vez, pues resulta que se tiene que pagar un impuesto (justo), pero en una oficina de un banco que está como a siete cuadras (¡rebalrogs). La cola solo era para pedir el recibo de pago. Cabe anotar que el caballero que revisó mi caja de libros puso en su informe “declara ropa” (¿?). Digo, podría vestirme con las páginas de Paul Auster sin problemas, pero creo que eso provocaría cierta conmoción en el público.
En ese momento el Zen empezó a fallar y la mamá de Bambi recibió los disparos mortales, y yo empecé a putear entre dientes, pero fui a pagar al Banco (14h45), y tomé un taxi… para luego tener que esperar unos diez minutos con el fin de que me arrebataran el recibo del Banco, vieran mi cédula, y luego me entregaran los pobres libros del Ludo, que pasaron también las de Caín. Eso fue a las 15h10 en punto. Tiempo para recoger un paquete en la sagrada city: 2 horas y cuarenta minutos.
Miedo, terror, destrucción de los pueblos.
Tal vez no me debería quejar, pero entonces, si no nos quejamos, pues las cosas van a seguir así. La cuestión era la más fácil del mundo, pero hubo una cadena de seres humanos que evitó el proceso. Grr...
Claro, también hay cosas que hablan de una estupidez mayor, teñida de maldad, como la del “tipo que mató al perro” (un “artista” que no merece ni acercarse a diez metros de la palabra artista), quien decidió que dejar morir a un perro de hambre en una galería era equivalente a un Warhol. Mi ñaño posteó también sobre el asunto, y vale la pena recordar el hecho, pero no recordar el nombre del infeliz aspirante a hombre de artes. Ese sí es un ejemplo de imbecilidad humana, y pone en perspectiva las desgracias de cualquiera. Jake, me pasó el dato nuevamente, y sí, es importante quejarse, y decir no a ese tipo de cosas. Acá, una campaña contra el tipejo.
Sé que las próximas semanas serán mejores (tienen que serlo), así que me voy más calmada el día de hoy, es viernes después de todo. Además, dejando a un lado la experiencia burocrática, GRACIAS LUDO POR LOS LIBROS, y que te vaya bien en tu viaje a Santiago, no escapes a otra dimensión, cuídate mucho.
En fin, son los altos y bajos de la vida. Nunca más cierto un c´est la vie.

viernes, 7 de marzo de 2008

Bloggers night fever


Oigan, ¿no han tenido días en los que están tan cansados que les duelen todas las articulaciones y el mero hecho de mover los dedos se transforma en dolor?
Today is the day.
Ha sido una semana difícil. Comencé a trabajar tiempo completo (más beneficios, ¡ujú!, más trabajo… no tan úju). Bueno, así que entre la oficina, el teléfono y las notas burocráticas la cosa ha estado complicada. Y me estoy llevando güork a la casa… re balrogs.

Actualmente, estoy bebiendo té verde, ponderando mi destino y soñando con la posibilidad de encontrar un mecenas. Aparte, mi tesis está que me hace ojitos. No se preocupen, yo no me voy con cualquiera, así que le estoy dando calabazas.

El anterior fin de semana fue otra cosa muuuuy distinta: tuvimos una mini bloggers night improvisada con pame, schwa, el señor de la colada violeta, el monkyman, un black cat in Quito (mes chers amis) y su servidora. A estos seres se sumaron una joven japonesa, y la siempre bien ponderada Madre Teresa (cuyo distinguido perfil está en la foto del actual post, cortesía de What Planet is this). Ni rastro de Travolta.

La reunión se realizó en un café de la Quito City, con lindas mesas de madera, camareros que nos miraban con sospecha (y... siempre pasa), servilletas con los colores de la Patria de Todos, y ventanas que eran vitrinas humana, pues a través de ellas los paseantes podían observar a la comparsa bloguera mencionada. Nosotros, en cambio, nos dedicamos a asustar a los ciudadanos con miradas láser, morisquetas y el tradicional espectáculo de strip tease (el cual nunca llegó a concretarse de verdad… mmmm).

La comida fue excelente. Empanadas de morocho, tortitas de maíz, pastel de chocolate, humitas, mini sánduches de pernil, los cuales ostentaban aceitunas que se desvanecían en el aire mágicamente (¡promesa!). A esto se añadieron el jugo de guanábana (con repituche), un jugo de frutilla, el clásico cafecito negro, un vino hervido para levantar cadáveres y un canelazo bastante peligroso. (Quiero….comeer….).

Gran bloggers night no planeada, en la que se recordaron el Humahuaqueño, los orígenes de los respectivos blogs de cada uno, la esquizofrenia de los profesores universitarios, los sabios consejos de la Madre Teresa (infinita experiencia de vida en una humilde figura), libros, películas y la existencia, hábitat, y costumbres de la especie emo. La velada terminó con la lluvia de la noche quiteña y unas cervezas.
Buenos Tiempos.

Estos dos días el asunto cambió por completo: trabajo de oficina en casa, no alcancé a actualizar rápido el blog, no pude ir al sacrificio bloguero donde Carlos (aún me siento como suela de zapato :( ), y estoy de mal genio por todo, pero debo decirles que lo de la anterior semana resultó una pastilla para todos estos males, otra memoria para poner al hilo de los buenos recuerdos. Un buen collar para atesorar, ¿verdá?
Sino, pregúntenle a la Madre Teresa.

jueves, 28 de febrero de 2008

Días de sol y Por los cristales.. toma 2





El sol nos abandonó, y las inundaciones aparecen en el territorio nacional. Días y noches de lluvia y frío. Supongo que me tendré que preocupar si llegamos a las 40.


Bueno, yo sé que lluvia tiene su encanto. Su saborcito a Casablanca, todo en blanco, negro y gris. La niebla. "Siempre nos quedará París". O tal vez Clark Gable, saliendo a la lluvia y a su destino con el bigote intacto, mientras le dice a Scarlett: "francamente, querida, me importa un comino".


Sí, veo demasiadas películas viejas. Y extraño el sol.


Tengo 8 años y es la semana de Navidad. Ha llovido durante varios días y en las tardes puedes ver amenazantes nubes negras acercándose. Ha sido una época difícil, y mi casa está silenciosa. El dia 25 de diciembre, me levanto con las campanas de la iglesia de la esquina, y el sol entra por la ventana, haciendo dorado al polvo del ambiente. Todo va a salir bien.


Tengo 12 años y es un atardecer del primer día de vacaciones. El sol de julio se esconde detrás del Pichincha y el cielo cambia de colores: azul, dorado, naranja, violeta, negro azulado. Yo me quedo largo rato acostada en el patio, viendo el cielo, perdiendo el tiempo sin ningún empacho.


Tengo 17 años y espero salir del colegio antes de perder la cordura u optar por el asesinato masivo. Una noche, sueño que me despierto de un buen sueño, y que afuera un árbol de manzanas verdes brilla bajo la luz del mediodía.

Tengo 21 años y estoy en el parque de la universidad. El viento de verano mueve las copas de los árboles y estamos conversando y riéndonos. Miro al cielo (azul imposible) y una hoja se escapa de una rama, gira lentamente y cae despacio, despacito, sobre la hierba. Guardo la hoja en las páginas de un libro. Aún sigue ahí.


Tengo 26 años y camino por la Avenida de Mayo de Buenos Aires, durante el verano austral. El aire es cálido y no quema. Son las siete de la noche, y el sol parece tener jornada extendida y muchas horas extras por trabajar. Entonces (ahí, entre los edificios viejos y los árboles adormecidos por el calor), la luz tiene un tono ámbar, mandarina, que me sugiere días tranquilos y recuerdos de algo que nunca me pasó, pero que no puedo olvidar. Esa luminosidad se cuela entre las ramas como una promesa, como una esperanza. Tal vez, incluso como la fe.


Bueno, me puse seria. No sé, creo que me hacen falta días de sol. Siempre me hicieron falta...


En fin, pasando a las notas al pie, he aquí, casi a la medianoche del 28 de febrero, la versión 2.0 de Por los cristales que mires, producto de mi insomnio. Algo se apoderó de mí, y según lo anunciado cambié la apariencia del blog, y puse una lista de enlaces que continúa en trabajos. No tengo, eso sí, ni photoshops ni todas esas cosas de diseño que tiene la juventú de ahora. Debo conseguirlas, con lo que probablemente existan más modificaciones.


Al final, resulto adictivo el asunto del blog.


Bacán.

miércoles, 20 de febrero de 2008

Una ejecución, recuerdos y el omnipresente conejo rosa


-Madre: ¡ya lo hiciste! ¿lo mataste mismo-mismo?
-Padre: sí, lo maté, pero...espera... no sé, creo que aún se mueve
(silencio)
-Madre: Ya ves, yo misma tengo que hacerlo.
-Padre: Nop.. a veeer... mmm, creo que se cayó la mitad del cuerpo. Sí, esta muerto.
-Madre: ¡Úju!

Ese, Interné, no fue Masacre en Texas; fue un diálogo de mis padres, el cual escuché el día de ayer. Estaban ejecutando a un zancudo de la cocina, bastante terco e imprudente.

Últimamente he pensado en lo rara que es mi vida. No rara a lo realismo mágico, ni rara como “vamos a hacer una quimera entre un ratón y una planta de marihuana”. Sino… bastante peculiar.

- Los juegos de la “bomba atómica” y la “fosa común” en el parque de la U (ah, la catatonia…)
- Mi capricho infantil: de enana, me dio por no comer cosas blancas. Nada de queso, leche, o jugo de guanábana; el arroz debía ser de colores, y del huevo, solo la yema. Mi madre era una santa.
- Las palabras y frases propias o apropiadas que son mi idioma oficial: “el hacehuecos” (perforadora), “el ponegrapas” (grapadora), “la copiadora” (impresora), “el bicho para coger otros bichitos” (clips). También están los clásicos que me regalaron los panas, como "la bronquitis alternativa" (neumonía atípica) y “el dinosaurio de Kosovo” (dragón de Comodo)… ¿recordáis esos tiempos niñas iconoclastas?

Y sigue y sigue... Como el conejo rosa y anfetamínico de Energizer (tambor, tambor). Las pequeñas locuras son parte del campo electromagnético que cada uno. Tu mundo aparte frente a la supuesta normalidad. Eso de andar con la nariz larga, el profesionalismo a cuestas y cara de póquer, no va conmigo.

Subo a la caja de jabón: La vida es un proceso en el que uno comparte cosas, incluyendo nuestras propias excentricidades. Sin eso, todo es antinatural. Bajo de la caja.

No sé, hoy las caretas me cabrearon. Eso sí, todo bien, ya me voy a sonreír nuevamente, aunque sea me reiré de mí misma, y estaré atenta a los diálogos deliciosos y poco coherentes que hay a mi alrededor.

No quería poner la foto del conejo rosa, así que les pongo una ilustración de un elefante rosa (viejo amigo del alucinógeno). El dibujo de Gina y Matt (http://ginaandmatt.com/) representa bastante el actual estado espiritual de esta servidora.

En fin, y esto como nota aparte, este blog tendrá una reingeniería profunda. Es decir, no más blanco (ni siquiera es un color). Así que ya tendrán cosas nuevas por aquí, ninios. Agur.

martes, 12 de febrero de 2008

THE END IS NEAR (o cosas para no ver)



Tengo mis buenas experiencias con lo sobrenatural, como ya les conté. Sin embargo, todavía le tengo miedo a muchas cosas, y entre ellas están esos documentales tipo Discovery, Ecos o The History Channel que predicen la destrucción planetaria. Después de eso, no puedo dormir. Les juro. La idea del cataclismo universal y del fin de los tiempos me da pavor


Hace pocas horas, justamente, cometí el error de ver un documental que tenía el optimista título de Doomsday 2012 (o sea, hasta el 2012 y, entonces, pelados, karmamos todos). Bueno, debo confesar que sufrí el síndrome de película de terror: sabes lo que te va a pasar, sabes que no vas a poder dormir, y que vas a tener pesadillas sobre el Calentamiento Global sin la figurita de Al Gore señalándote el camino hacia el Apocalipsis; pero igual ves el frucking documental, y luego estás escribiendo un borrador de un post de tu blog para evitar dormir. La niñita de El Aro puede venir cuando quiera (aunque mejor me callo, pensándolo bien), pero Nostradamus y compañía pueden quedarse en el fondo del baúl con toda su aura de pájaros de mal agüero. Hasta ahí llegó mi valentía.


Y aquí, la cosa se pone rara. Supongo que el milenio, la globalización y la violencia mundial, provocan que nos concentremos en esa sensación de que nuestra era va a terminar. Unos piensan que este fin del mundo va a ser algo así como un Impacto Profundo Reality Show, otros creen que nacerá una nueva conciencia cósmica (la idea me gusta), otros le apuestan a un hoyo negro, a aliens rescatistas y/o al reiterado 2012. Hay para todos los gustos.

La verdad, creo que sería bueno que algo sucediera, algo para que entre todos mandemos al diablo a tanta mala vibra y a tanta idea estúpida de que tener más cosas significa ser mejor persona. Cómo quisiera que, sin las amenazas de una guerra o un tsunami mundial, entendiéramos que entre todos podemos volver a las comunidades, al placer de leer y charlar, a comer sin pensar en tonteras de imagen corporal o de salud prefabricadas por los medios. Ojalá volviésemos a contar historias, a reírnos, a tener tiempo, y, si quieres, a hablar del misterio de andar por esta vida. ¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿A dónde vamos?; todo eso se cuestionó Paul Gauguin mientras buscaba el Paraíso en Tahití. Nosotros, entre la compra, el trabajo mecanizado y la soledad impuesta, ya nos olvidamos de hacer esas preguntas. Eso ya es, para mí, un indicio del fin de la humanidad.


Me he cansado de especular. Si sucede, ojalá estemos listos. Si no, también, porque igual tenemos que vivir, aceptando el ciclo de la existencia tal y como es. Mientras tanto, ahí están la luz del verano, las ciudades que no hemos visto, la gente que podemos conocer y querer, los momentos de caída, y las cimas de la colina. Igualmente, en un rincón se esconde la gran pelota gris que algún rato patearemos entre todos, la taza de capuchino humeante de las tardes, y la celebración de que uno está vivo, a pesar de los peligros reales o proféticos.

miércoles, 6 de febrero de 2008

¡Chica migraña! ¡Chica migraña!


Como buena representante de la generación criada en los ochentas, una parte de mis referencias culturales está fundamentada en personajes televisivos como Homero Simpson o los niños subliminalmente adictos de las propagandas de las bolitas Gudiz ("¡Cuando como la amarilla, sale el sol y briiiiillaaa!"). Otro de mis "íconos", es el chico migraña, quien tuvo su época de gloria cuando MTV Latino, con sus oscuras referencias a la inmortalidad de Kevin Bacon, estaba presente de manera gratuita en las pantallas televisivas ecuatorianas. Canal 42 si no me equivoco.

Hoy me siento la chica migraña.
No sé qué mismo me pasa, pero creo que la edad ha empezado a golpear, literalmente. Digo, en mi infancia yo tenía otro Papa, Reagan combatía al IMPERIOOOO DEL MAAAL (el cual no tenía ningún Darth Vader, solo a Gorbi, quien de hecho me caía muuuy bien), el Internet era un sueño, los teléfonos celulares eran ladrillos y Candy Candy producía traumas infantiles en su infructuosa búsqueda del bonheur. Resumiendo, soy de otra generación, tal vez es por eso que últimamente me están fallando los engranajes y los tornillos. La migraña diaria que me afecta es la muestra de éste sospechado proceso oxidación, según creo.
El dolor de cabeza que me ataca sin misericordia (estoy escribiendo en vivo y en directo, para que vean) es una experiencia. La migraña se ha vuelto parte de mi vida cotidiana. Empieza como un dolorcillo en algún lado del cerecate y se extiende con la fuerza demoledora de tsunami hasta que veo puntitos de colores. Por desgracia, no paso de ahí. No hay elefantes rosados, no hay gatos que se desvanecen en el aire, y los pitufos siguen estando en la tele. Tengo una migraña muy convencional aburrida y republicana, según veo.

He tratado de domar a la bestia, y he intentado TODO: la pastillita, el tecito, el cafecito, el café con limón, el triple cafecito, el cafecito de la esperanza, para luego volver a la pastilla. NADA, pipol. Paso en un estado de dolorcillo pillo que me mantiene un poco alejada de la realidá. Prozac amebas, la migraña es todo. ¡Vivan los migrañosos del mundo! Deberíamos fundar un partido político, una nueva religión (su símbolo sería esa cabeza que usaban en la frenología y que fue tomada por una aniñada discoteca quiteña de corta duración) y sacaríamos una línea de inútiles productos de marketing: lápices, esferos inservibles y pelotitas antiestrés con logo incluido.

El mundo desde el punto de vista de la migraña es otra cosa, damas y caballeros. Para mi horror, vivo en esa dimensión, la cual me está hartando. Quiero un remedio. Lo irónico es que mis padres son médicos, lo que significa que en casa de herrero se vive en la edad de piedra.

Pero bueno, ahí les dejo con mis desvarías migrañosos. Deséenme suerte.

Desde una computadora de un cuarto piso, Gilda Migrañosa, para todos los amables lectores del Interné. Cambio y fuera.

miércoles, 30 de enero de 2008

El gusanillo del juego


El último post de Chicken´s Room (¡ya puedo poner hipervínculos yeiii!) me recordó una de mis mayores obsesiones: el Scrabble. En Buenos Aires vi uno y no lo compré para evitar caer de nuevo en las garras de ese feo vicio linguístico.

En serio, mi último año de la U se vio salpicado de mis continuos juegos de Scrabble, momentos gloriosos como cuando pude hacer esas palabras grandotas que te hacen ganar como "paralelogramo", o cuando entré en derrame biliar de la risa cuando me querían convencer que "urkuchiu" o "biroxu" eran palabras terrestres ("¡urkuchiu, del verbo urkuchiar, pues, Gilda"!). Mi adicción se hizo legendaria y a veces, si oigo la palabra Scrabble cerca, el brillo de la locura aparece en mis ojos.

Bueno, no tanto así, pero aún me gusta mucho ese tereque.

Por épocas me da por ciertos juegos, pero pierdo rápidamente mis habilidades. En quinto grado me puse a jugar 21 con mi mejor amiga Johana (¿qué será de esa mujer?) y otras niñas que se unían a las aprendices de tahúres. Lastimosamente, como buen colegio católico, un día nos quitaron las malignas fichas de la apuesta y la deshonra. En el intermedio, me hice buenísima, pero luego mis poderes desaparecieron, no sé si por la culpa católica que nos metió la monja directora o porque perdí práctica. Tal vez por ambas cosas.

También tuve mi momento Monopolio; sucio juego capitalista, deliciosamente atractivo en cierta época de la infancia cuando cincuenta sucres (habían sucres, niños y niñas) me parecían una fortuna. No me importaba tanto comprar, sino que la pequeña Scrooge que yo era en esa época amaba tener los billetes anaranjados de 500. Su servidora representaba la acumulación del capital en todo su esplendor, echando a perder cualquier ideal comunista de mi padre.

El Nintendo también me deslumbró, pero solo un juego: el clásico, encantador, pixelado, Mario Bros 3. No llegé al Play, apenas rebasé el ATARI. Mi ñaño y yo nos pasamos una vacación entera tratando de pasar ese juego. Pasamos el mundo ocho, destrozamos al lagarto rey con patadas circulares.... Y la princesita de la ... ejem.. estaba en otro castillo...

Koopa cara de pescao, creador de estreses infantiles.

En la Universidad vino el cuarenta. Siempre, cada año en fiestas de Quito, aprendo a jugarlo. Cada año, tengo que recordar nuevamente las reglas (les dije, mi carrera como apostadora iba a ser infructuosa). También en la U, mis panas y yo nos dedicamos a ese juego de las cartas y de recoger cucharas cuyo nombre se me olvida. Divertido, pero con su parte oscura: acabábamos rasguñandonos y golpeándonos en el afán de coger las cucharas, así que lo dejamos por razones de sanidad y seguridad personal.

Imagínense: adicción, estrés, rabia, capitalismo descarnado, menores de edad corruptos, alzheimer, sangre y heridos. Como ven, fue bueno que no comprara ese brillante Scrabble del aparador. El gusanillo del juego siempre está cerca, acechándome. Uno tiene que tener cuidado de ése míster, incluso si implica inocentes juegos de mesa. Yo me regresé con alfajores y dejé a Monsieur Scrabble solito en su vitrina bonaerense. Feo, feo vicio.

Lo que no implica que me pegue mi partidita scrabbleiana de vez en cuando ;) ¡DA CARTAS! ¡DA CARTAS!

jueves, 24 de enero de 2008

Mi indignada respuesta capilar



Sé que les debería estar hablando del Obelisco de Buenos Aires, del Delta del Tigre (un sitio como para vivir y morir), de la luz y del calor del puerto bonaerense (extraño el calor y la vitamina D en oferta). Sin embargo, por una razón aún desconocida por esta servidora, ando muy metida en mis recuerdos y mis cosas, mi nombre. Todo eso.

Bueno, les voy a contar un episodio de esta semana. A ver que pasa. No es nada grave y pesa menos que el agua.

Además de mis anteojos (con los que todavía tengo una relación amor-odio) tengo la bendición-maldición de cargar sobre mi cabeza una abundante cantidad de churos, rizos, rulos, chinos, como quieran llamarlos.

Señores y señoras, aunque les parezca una cosa de poca monta, ser churona no sólo es una característica física. Es una forma de vida.

Verán, el otro día estaba hablando con una respetable persona al respecto, para quien los churos no "son formales" y que son, de plano, feos. O sea, para ser una profeshional, groun ap güiner güoman, debo tener el pelo lacio. Supongo que si no, una es asocial o caerá en el fantasma de la vida dudosa, los trabajos no oficinarios y todas esas cosas por las que la gente interesante se va al infierno.

Toda mi vida he oído cosas así. Esta es mi respuesta al comentario indicado:

En el colegio varias veces me llamaron la atención por mi pelo. No sé qué querían las monjas. Me lo mandaron a peinar, cortar, esconder y un largo etcétera. Tuve que andar con un moño de abuela la mitad de mi secundaria. El resultado: creía que mi pelo estaba en la misma escala que un trapeador de cocina. Me comí el cuento y me hice lacia: un día, una linda señora venezolana, con una crema blanca que olía sospechosamente a amoníaco, me estiró los rizos de un dos por tres.

Imagináos mi gozo en el momento.

El problema es que mi falsa identidad duró dos días. Después, mi cabello empezó a tener la consistencia de los fideos que han sido dejados demasiado tiempo en el agua. Solo resta decir que tuve que cortarme la mitad del pelo. Terminé con look de micrófono; una hace cosas raras cuando es chama.

Después de semejante desgracia, y de un par de cortes más de pelo que se hicieron en circunstancias de fin de secundaria (parece que eso de tijerearse las greñas es una cosa ceremonial o algo así), decidí dejar en paz a mis churos.

Nunca voy a ser una propaganda de Sedal, pero he aprendido a vivir (y hasta a querer) a ese pelo loco que adorna mi cráneo. Les digo, esos resortes te definen, te dan características propias. Creo que mucha de la gente que conozco me reconoce en la multitud por el pelo. Muchos me han preguntado cuánto me demoro peinándome en las mañanas con cara de cuando alguien oyó que su vecino tiene que luchar con una cucaracha gigante para cepillarse los dientes. Soy la "chica de churos", la "man del cabello grande", o simplemente "churos".

Con el tiempo, como les dije, he llegado a respetar a mis churos. Hacen que me salga del estereotipo, del cuento común. Así que a mi estimado interlocutor, anteriormente mencionado, le digo que lamento que la naturaleza no se haya portado lo suficientemente fashion conmigo, pero creo que si uno tiene churos, más de dos ojos o cualquier adorno natural o agregado al cuerpo, pues es su problema y su derecho. Jebús nos libre de parecernos todos a Paris Hilton o a David Beckham. El fin de la evolución, las artes y las ciencias llegaría si eso sucediera.
Y no, no es una permanente.... ¡a mucha honra!

Un corte comercial a Ursus y a los ninios del Blog & Carne: el universo se portó mal conmigo y tal vez no pueda caer. Las circunstancias confabularon, pero el corazón quiere conoceros, así que espero verlos más allá de las ventanitas del güindous muy pronto.

jueves, 17 de enero de 2008

Yiruda-San


Yiruda
Así se pronunciaría mi nombre en japonés.

Entiendo que la gente no sepa muy bien como se escribe o se pronuncia mi nombre. Sé que es bastante complicado coordinar una G, una L y una D tan cercanas, sin saber a ciencia cierta como se pronuncia la G (¿G cómo en gato, cómo en geriátrico, o giorno a la italiana?).

Comprendo, comprendo, pero..

No debe confundirse mi nombre con otros.

Inocentemente, me fui ayer a comprar una bufanda (con estos fríos necesitaba uno de esos implementos lanudos), e hicieron la factura en la tienda. Sí, sí, mi nombre; sí sí, domicilio. Bla, bla, bla.

Hasta que vi cómo estaba escrito mi nombre.

YIULIANA
...

Jelp.

Ése no ha sido mi único y horroroso caso de identidad confundida. Me han puesto toda clase de nombres: Gina, Giovanna, Hilda, Ilma, Johana. "Señorita Gisella, ¿cómo le va?", "Sí, pase usted licenciada Giulia", o el más grave "Uy, disculpe, creí que me decía GILMAR!!!!!".


¡BALROGS!


Hay gente que me pregunta si ése es realmente mi nombre. ¿En qué estaban pensando mis padres cuando me pusieron un engendro impronunciable como marca registrada? Puede que los errores vengan del hecho de que yo no haya aprendido aún a vocalizar, pero parecería que la gente o es sorda o despistada. GILDA (YILDA si quieren saber cómo es fonéticamente), ¡DEMONIOS!

La historia de mi nombre se remonta a un oscuro término del alemán antiguo (eso es lo que dice el internet, al menos) que significa "sacrificio al señor" o "servidora del señor". Para otros es un nombre celta para decir "cubierta de oro" o "iluminada" (eso me gusta más). Personalmente, me llamaron así por mi madre, que ostenta el mismo título, quien a su vez fue nombrada por la película Gilda de los años cuarenta, esa en la que Rita Hayworth hace de mujer fatal (véase foto del post).

Y bue...

Este nombrecito me ha traído toda clase de sobresaltos: cédulas mal hechas, libretas de ahorros que tuvieron que repetirse, la imposibilidad de algunos para pronunciarlo, haciendo que parezca de hojalata. Yo misma elegí que sonara Yilda; solo así me gusta.

Yiruda, así se pronuncia mi nombre en japonés. Yiuliana (obviando las faltas de ortografía) va por ahí. Llevo 26 años con él y aún no me acostumbro a tenerlo. Shakespeare decía eso de que la rosa si no se llamara rosa seguiría siéndo una rosa.

A veces me pregunto si yo sería la misma si no tuviera ese extraño, loco y cinematográfico nombre... ¿qué sería de mí con un nombre estándar?

He ahí la cuestión.

lunes, 7 de enero de 2008

Monsieur le Chat habite a Buenos Aires





Soy una fanática de los felinos. Desde el gato de casa hasta el león, todos me han fascinado desde enana. Los gatos no son del agrado de todo el mundo: dicen que son malos, egoístas, que se dejan acariciar muy poco, que son ingratos y que piensan solo en su bienestar.

Son, entonces, demasiado humanos. Tal vez por eso hay gente que no los soporta.

Bueno, no voy a despotricar contra la raza humana (a la cual todavía le tengo mucha fe), ni en contra de la raza canina (y bue, los perros son lindos y todo eso, pero a veces creo que tienen problemas de autoestima... eso de hacerse el muerto por un poco de comida y atención, es bastante sospechoso). Nada de eso. Solo les voy a contar mi sorpresa sobre el hecho de que los gatos se tomaron Buenos Aires. Esa es la capital mundial felina.

Mi teoría viene desde el puerto: alguna vez escuché que los barcos antiguos llevaban gatos para matar a las ratas de las bodegas. No le puedes pedir constancia a un gato, así que probablemente muchos desertaron de la marina y se perdieron en el puerto bonaerense. Ahora los gatos viven en las calles de Buenos Aires. Están en todos lados. La gente los carga por la calle, suben a los tejados, viven en las iglesias, son dueños de los cementerios y hasta de los conventos (en el de La Recoleta, vi una puerta con un agujero en la parte de abajo. Resulta que era la "gatera", la puerta grande por la que los gatos podían pasar cuando les diera la gana).


Buenos Aires es una ciudad felina.


A pesar de la mala fama mediática que han tenido que soportar -han sido retratados de mala manera a través del "gato negro de la bruja", Azrael come pitufos, del pobre diablo de Silvestre, y de Gardfield, el terrorista social comedor de lasagna-, los gatos han logrado salir con el glamour intacto. De hecho, grandes personajes han sido fanáticos de estos adorables bichos: Hemingway llego a tener medio centenar de ellos. Borges amaba a los tigres, y tenia cierta predilección por un gato de color blanco llamado Beppo. Me acuerdo que Mark Twain decía que si se cruzara la raza felina con la humana, sería una mejora para la raza humana.


Yo también estoy fascinada por los gatos. Son elegantes, extraños, e infinitamente divertidos cuando puedes entender el sarcasmo oculto de cada una de sus acciones. Ellos son los dueños de sus dueños; son los únicos que se ganan la vida por el mero hecho de existir.


Imaginen una ciudad vieja junto al mar, una ciudad llena de libros, de teatros, de luz, y de música. Un gato solo es la guinda del pastel, un último toque maestro al ambiente. Pura agilidad, chispa y maldad encantadora. Uñas y sabiduría. Bigotes largos y ojos camaleónicos. Posiblemente los felinos hablan un idioma secreto, parecido al francés, y practican su propia religión. Se rien de los humanos, esos gatos sin pelo que han llegado a adorarlos. Van a su aire, son increíblemente libres, y en Buenos Aires parecen han encontrado un reino secreto.


Quien pudiera saber que piensan debajo de sus orejas.