jueves, 28 de febrero de 2008

Días de sol y Por los cristales.. toma 2





El sol nos abandonó, y las inundaciones aparecen en el territorio nacional. Días y noches de lluvia y frío. Supongo que me tendré que preocupar si llegamos a las 40.


Bueno, yo sé que lluvia tiene su encanto. Su saborcito a Casablanca, todo en blanco, negro y gris. La niebla. "Siempre nos quedará París". O tal vez Clark Gable, saliendo a la lluvia y a su destino con el bigote intacto, mientras le dice a Scarlett: "francamente, querida, me importa un comino".


Sí, veo demasiadas películas viejas. Y extraño el sol.


Tengo 8 años y es la semana de Navidad. Ha llovido durante varios días y en las tardes puedes ver amenazantes nubes negras acercándose. Ha sido una época difícil, y mi casa está silenciosa. El dia 25 de diciembre, me levanto con las campanas de la iglesia de la esquina, y el sol entra por la ventana, haciendo dorado al polvo del ambiente. Todo va a salir bien.


Tengo 12 años y es un atardecer del primer día de vacaciones. El sol de julio se esconde detrás del Pichincha y el cielo cambia de colores: azul, dorado, naranja, violeta, negro azulado. Yo me quedo largo rato acostada en el patio, viendo el cielo, perdiendo el tiempo sin ningún empacho.


Tengo 17 años y espero salir del colegio antes de perder la cordura u optar por el asesinato masivo. Una noche, sueño que me despierto de un buen sueño, y que afuera un árbol de manzanas verdes brilla bajo la luz del mediodía.

Tengo 21 años y estoy en el parque de la universidad. El viento de verano mueve las copas de los árboles y estamos conversando y riéndonos. Miro al cielo (azul imposible) y una hoja se escapa de una rama, gira lentamente y cae despacio, despacito, sobre la hierba. Guardo la hoja en las páginas de un libro. Aún sigue ahí.


Tengo 26 años y camino por la Avenida de Mayo de Buenos Aires, durante el verano austral. El aire es cálido y no quema. Son las siete de la noche, y el sol parece tener jornada extendida y muchas horas extras por trabajar. Entonces (ahí, entre los edificios viejos y los árboles adormecidos por el calor), la luz tiene un tono ámbar, mandarina, que me sugiere días tranquilos y recuerdos de algo que nunca me pasó, pero que no puedo olvidar. Esa luminosidad se cuela entre las ramas como una promesa, como una esperanza. Tal vez, incluso como la fe.


Bueno, me puse seria. No sé, creo que me hacen falta días de sol. Siempre me hicieron falta...


En fin, pasando a las notas al pie, he aquí, casi a la medianoche del 28 de febrero, la versión 2.0 de Por los cristales que mires, producto de mi insomnio. Algo se apoderó de mí, y según lo anunciado cambié la apariencia del blog, y puse una lista de enlaces que continúa en trabajos. No tengo, eso sí, ni photoshops ni todas esas cosas de diseño que tiene la juventú de ahora. Debo conseguirlas, con lo que probablemente existan más modificaciones.


Al final, resulto adictivo el asunto del blog.


Bacán.